Euforia en Ereván tras la dimisión del primer ministro. La presión callejera ha forzado la renuncia de Serge Sargsián tras impulsar una reforma constitucional que fue interpretada como un intento de perpetuarse en el poder.
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Euforia en Ereván tras la dimisión del primer ministro, Serge Sargsián. Decenas de miles de personas se han echado a las calles de la capital armenia para festejar la caída del hombre que ha dirigido el país en la última década y que parecía decidido a perpetuarse en el poder mediante una reforma constitucional que reforzaba sus prerrogativas en detrimento de las del presidente.
Poco antes de que anunciara su renuncia, la policía liberó a Nikol Pashinián, uno de los tres líderes opositores que fueron detenidos el domingo mientras participaban en las protestas multitudinarias del movimiento antigubernamental. La brutalidad policial para reprimirlas desató un aluvión de críticas dentro y fuera de Armenia y atizó la ira de los manifestantes, que no tardaron en relacionar lo ocurrido con la espantada que la víspera protagonizó Sargsián en un debate televisado en el que se enfrentaba a Nikol Pashinián. Este lunes, al presentar su dimisión, Sargsián ha reconocido que su rival tenía razón y que era él quien estaba equivocado.