El veneno plástico ha llegado a la Antártida. Greenpeace ha encontrado microplásticos y peligrosos compuestos químicos en el agua y la nieve del continente austral.
La Antártida ya no es un paraíso virgen. La humanidad ha dejado su impronta dañina también aquí, en los confines de la Tierra, en forma de contaminación plástica y química, como acaba de desmostrar Greenpeace.
En nueve de 17 muestras de agua recogidas a principios de este año por un barco de la ONG se encontraron microplásticos, diminutos residuos procedentes de la degradación bolsas, llantas de automóvil y otros productos, que son un auténtico veneno para el ecosistema.
También se han encontrado químicos peligrosos y persistentes, como sustancias perfluoroalquiladas (PFAs), unos compuestos comunes en productos de limpieza y textiles que han sido detectados en siete de nueve muestras de nieve recogidas en la Antártida.
El veneno plástico ya ha llegado a los puntos más recónditos. Naciones Unidas ha registrado su presencia hasta en la Fosa de las Marianas, en los abismos más profundos del océano Pacífico. Ningún ser vivo, por muy lejos que se vaya, puede escapar ya a la contaminación.