Tensión máxima en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Miles de miembros de las fuerzas de seguridad israelíes fueron desplegados con motivo de la oración del viernes en la mezquita de Al Aqsa
La seguridad es máxima en Jerusalén Este. Alrededor de 2500 miembros de las fuerzas de seguridad fueron desplegados para la oración del viernes en la Ciudad Vieja.
El número de fieles que se dirigían a la mezquita de Al Aqsa era inusualmente bajo.
Todo parece paralizado. No hay turistas en las calles. También parecen haber desaparecido la mayoría de los habitantes judíos de la Ciudad Vieja.
"La situación es muy dura -se lamenta un comerciante-.Hay cierres, restricciones, incluso para conseguir comida, verduras carne. Todo es difícil, los precios son muy altos. Y la ciudad está vacía. Está prohibida la entrada a mujeres, niños y hombres jóvenes. ¿Cómo puedo trabajar?"
Los controles de seguridad son constantes, dicen los residentes palestinos. La tensión aumenta a medida que nos acercamos a la mezquita de Al Aqsa. Los soldados filtran el acceso.
"Son unos salvajes. Ha visto con sus propios ojos cómo me agarraban y me atacaban para impedirme entrar", dice una mujer palestina acusando a los soldados israelíes.
Los fieles a los que no se permitió entrar en la mezquita, rezaron en el exterior.
Las oraciones del viernes terminaron sin mayores incidentes y las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén recuperaron la calma. Pero la tensión es máxima. Y muchos temen que el antagonismo entre las comunidades judía y árabe se recrudezca.