La soberana española destacó por encima de todas las invitadas "royals' en la ceremonia de coronación de Carlos III, destronando a 'reinas' del 'glamur' como Rania de Jordania o Máxima de Holanda
La reina de España deslumbró en el grisaceo y lluvioso día, que coronó a Carlos III como monarca del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, con un dos piezas en rosa chicle de Carolina Herrera con godets en la cintura y un espectacular sombrero en rafia, cubierto con un delicado tul bordado con flores. Pura elegancia y sofisticación.
Como en otras ocasiones, la reina realizó varios guiños diplomáticos en un acto que además de ser oficial para la monarquía española fue también familiar, por los lazos que unen a ambas casas reales.
"Ha optado por un color, el rosa, que era uno de los favoritos de Isabel II", explica María de la Serna, experta en protócolo, quien añade que la reina luce los pendientes de la reina Victoria Eugenia, madrina y bisabuela de Felipe VI, y nieta de la reina Victoria de Inglaterra.
Con su estilismo, Letizia ha desbancado a las soberanas que suelen ocupar los primeros puestos de elegancia como Rania de Jordania o Máxima de Holanda.
Rania de Jordania, que acudió a la coronación junto a su esposo el rey Abdalá, optó por un sutil tono vainilla y un pequeño tocado con red.
La reina Máxima lució un vestido en crepé blanco roto con un diseño floral bordado a mano de su diseñador de cabecera Jantaminiau.
El blanco en todas su declinaciones, como el vestido que lucío la reina Máxima, de origen argentino, ha sido el color elegido por la mayoría de las damas vinculadas a la monarquía británica.
Y entre todas, destacan la princesa de Gales y su hija Carlota.
Uno de los detalles curiosos de la jornada fue la similitud del vestuario de las princesas, ambas con un diseño en tono marfil de la firma Alexander McQueen, y delicadas coronas de flores de plata y cristal firmadas por el joyero Jess Collet y Alexander McQueen.
Catalina Middelton lució, además, unos pendientes de perlas y diamantes de la princesa Diana. Como suele hacer siempre en los grandes eventos, la princesa de Gales llevaba una prenda que recuerda a la difunta madre de su marido Guillermo.
Catalina acompañaba su atuendo con un manto de la Orden de la Jarretera, la máxima distinción británica, inspirada en los caballeros de la mesa redonda.
Mención aparte, merece la pequeña capa que cubría el vestido de la princesa Carlota, bordada con rosas, cardos, narcisos y tréboles, que representan las cuatro naciones del Reino Unido: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
El rosa y azul fueron los tonos más habituales entre las invitadas.
Rosa ha sido el color escogido por la reina Matilde de los Belgas que estuvo acompañada por su marido el rey Felipe.
La princesa Mette Marit, que asistió con su marido el príncipe heredero de Noruega, Haakon, se decantó por un vestido capa con falda lápiz en tono rosa palo con un simpático lazo en el hombro y detalles bordados en los laterales.
La gran duquesa de Luxemburgo llegó a la abadía luciendo un vestigo largo en azul Klein, y el azul añil fue el escogido por la princesa heredera Victoria de Suecia que acompañó a su padre, el rey Carlos Gustavo.
La princesa Mary de Dinamarca se atrevió con el tono berenjena, con un elegante vestido-abrigo.
Del brazo del príncipe Alberto de Mónaco, su esposa Charlene eligió un traje de chaqueta en crema con botonadura lateral.
El azul celeste fue el color escogido por la siempre perfecta Marie-Chantal, esposa del príncipe Pablo de Grecia.
Según María de la Serna, las invitadas "han bordado la etiqueta requerida en este acto: traje corto y tocado para una ceremonia religiosa, aunque algunas señoras hayan optado por elementos más voluminosos".