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La UNESCO alerta sobre un patrimonio milenario de Asia Central al borde de desaparecer

Yurtas en un campamento tradicional en el desierto, donde los visitantes experimentan la vida nómada en Uzbekistán
Yurtas en un campamento tradicional en el desierto, donde los visitantes experimentan la vida nómada en Uzbekistán Derechos de autor  Euronews
Derechos de autor Euronews
Por Rushanabonu Aliakbarova
Publicado Ultima actualización
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La UNESCO ha inscrito el instrumento Kobyz y la yurta en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial, alertando de que estas tradiciones ancestrales de Asia Central están amenazadas por la falta de maestros y el cambio social.

En una fría mañana en Chimbay, una pequeña localidad de Karakalpakistán, al noroeste de Uzbekistán, un anciano artesano se inclina sobre un armazón de madera a medio terminar. Sus manos se mueven despacio, pero con precisión: miden, curvan, ajustan. Está construyendo una yurta como lo hizo su padre, y antes que él su abuelo.

A pocas calles de distancia, un joven aprendiz frota un arco de crin de caballo sobre un instrumento de dos cuerdas aún inacabado. Busca un sonido esquivo, uno que su maestro describe como "tan antiguo como la estepa".

Ambas escenas forman parte de un mismo legado. En la 20ª sesión del Comité Intergubernamental de la UNESCO, celebrada en Nueva Delhi, el instrumento de arco Kobyz y la yurta, presentados conjuntamente por Uzbekistán, Kazajistán y Kirguistán, fueron inscritos en las Listas del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La UNESCO advirtió, no obstante, que parte de este patrimonio se encuentra "bajo seria amenaza debido a la reducción del número de maestros experimentados".

El Kobyz, una voz moldeada por siglos

El Kobyz figura entre los instrumentos de arco más antiguos del mundo túrquico. Los estudiosos rastrean su origen hasta los siglos V-VIII d. C. Su cuerpo de madera ahuecado, el mástil arqueado y la membrana de piel de camello le confieren un sonido profundo y resonante, cargado de armónicos y vinculado a antiguas tradiciones chamánicas. Entre los pueblos túrquicos, el término "qobuz" llegó incluso a significar "instrumento musical", una muestra de su centralidad cultural.

En Kazajistán, la tradición del Kobyz se mantiene viva en regiones como Kyzylorda y Mangystau, donde narradores y músicos —los baky y kyuishe— transmitieron durante generaciones su repertorio. En Kirguistán, su huella persiste en las regiones de Issyk Kul y Naryn, donde instrumentos emparentados acompañan todavía la narración épica.

Primer paso en la fabricación del Kobuz
Primer paso en la fabricación del Kobuz Art and Culture Development Foundation of Uzbekistan

La fabricación de un Kobyz exige conocimientos muy específicos: elegir el árbol adecuado, tallar el cuerpo en una sola pieza y preparar la crin del caballo para las cuerdas y el arco. Tradicionalmente, estos saberes se transmitían de padres a hijos.

Hoy, el Kobyz sobrevive en Karakalpakistán sobre todo gracias a los zhyrau, narradores épicos que acompañan su relato con el instrumento. Pero la tradición se estrecha con rapidez.

"Cuando era joven, en casi cualquier pueblo había alguien que sabía afinar o reparar un Kobyz", recuerda Ermek Bayniyazov, zhyrau de una aldea cercana a Nukus. "Hoy puedo contar con los dedos de una mano a los verdaderos maestros. Cuando uno deja de trabajar, sus conocimientos desaparecen con él".

Taller tradicional. Trazado del motivo en la superficie del Kobuz
Taller tradicional. Trazado del motivo en la superficie del Kobuz Art and Culture Development Foundation of Uzbekistan

Bayniyazov añade que el Kobyz no es un objeto industrial: "No es como una guitarra que se compra en una tienda. Todo —el cuerpo, la crin, incluso la elección del árbol— requiere un saber preciso. Que haya intérpretes que no sepan cómo se construye el instrumento es una señal de alarma".

La yurta, arquitectura de la vida nómada

Si el Kobyz es la voz de la estepa, la yurta es su forma de habitar. Para los pueblos nómadas y seminómadas de Asia Central —karakalpakos, kazajos y kirguises— fue la vivienda principal hasta finales del siglo XIX. Durante las décadas de 1930 y 1940, sobrevivió sobre todo entre los pastores que seguían practicando migraciones estacionales.

Más allá de su función práctica, la yurta tenía un profundo significado social. Entre los antiguos karlukos y kipchacos, los padres no entregaban a su hija en matrimonio a un joven que no poseyera una yurta. Las yurtas nupciales se cubrían con fieltro blanco; las de uso cotidiano, conocidas como "kara ui", empleaban materiales más oscuros.

Conjunto de yurtas tradicionales enmarcadas en el paisaje arenoso del desierto de Kyzylkum, en Uzbekistán
Conjunto de yurtas tradicionales enmarcadas en el paisaje arenoso del desierto de Kyzylkum, en Uzbekistán Euronews

En toda la región, la yurta simbolizó continuidad y vínculo con la tierra. Su interior representaba un microcosmos ordenado; el mundo más allá de sus muros de fieltro, el universo exterior.

En Uzbekistán, las yurtas siguen presentes en la vida cultural de Karakalpakistán, Surkhandarya y Navoi. En verano, aún se levantan cerca del agua o de los árboles, con los paneles de fieltro abiertos para dejar circular el aire.

Chimbay continúa siendo uno de los pocos centros de artesanía tradicional, con talleres donde se preservan las técnicas de fabricación de yurtas junto a estudios de bordado que producen suzani y otros tejidos. Los artesanos rara vez hablan de "patrimonio", pero son ellos quienes sostienen aquello que la UNESCO busca proteger.

Hoy, la yurta ha dejado de ser una vivienda cotidiana para convertirse, sobre todo, en un espacio cultural y de encuentro. Vohid Pirmatov, propietario del campamento "Kyzylkum Safari" en Navoi, explica a 'Euronews' que las estructuras auténticas de fieltro ofrecen una conexión poco común con el pasado. "Las paredes respiran. El aire circula y mantiene el interior fresco. Es una experiencia distinta a cualquier alojamiento moderno".

El interés, asegura, va en aumento: "Recibimos muchos visitantes de Alemania, Francia e Italia. Quieren sentir la atmósfera, no solo leer sobre ella".

Por qué importa ahora el reconocimiento de la UNESCO

La inscripción en la UNESCO subraya tanto la profundidad cultural de estas prácticas como la urgencia de protegerlas. Cada vez quedan menos artesanos capaces de fabricar un Kobyz. Las presiones medioambientales dificultan el acceso a la madera adecuada para las yurtas. Y muchos jóvenes se sienten más atraídos por la música moderna y las herramientas digitales que por los oficios tradicionales.

Gulbakhar Izentaeva, directora del Museo Estatal de Arte Savitsky de Nukus, explica a 'Euronews' que es la primera vez que un elemento de Karakalpakistán entra en las Listas del Patrimonio Inmaterial de la UNESCO, y el primero de Uzbekistán incluido en la Lista de Salvaguardia Urgente. "Los jóvenes ya no escuchan música tradicional y no quieren aprender a fabricar el Kobyz", advierte.

Un estudiante toca el Kobuz
Un estudiante toca el Kobuz Art and Culture Development Foundation of Uzbekistan

Para Izentaeva, saberes que han sobrevivido durante siglos dependen hoy de un número reducido de maestros y de un entorno social que cambia a gran velocidad.

Desde el Gobierno, Saida Mirziyoyeva, jefa de la Administración Presidencial, destacó en redes sociales que la inscripción refleja "la profundidad de nuestras tradiciones, la fuerza de nuestro patrimonio espiritual y el vínculo continuo entre generaciones".

En Asia Central, el reconocimiento se interpreta como la validación de una cadena de conocimiento aún viva. Aunque la vida cotidiana evolucione, el Kobyz y la yurta siguen anclando la identidad cultural de la región, sostenidos por las comunidades que todavía los construyen, los tocan y los transmiten.

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