Un solo pueblo; infinitas realidades. Tras siglos de presencia en España, los gitanos han logrado el reconocimiento de sus vecinos aunque aún queda camino por recorrer. Ahora son ellos quienes ven llegar a otros gitanos de Europa del Este. Esta semana viajamos a Sevilla, un crisol de culturas, en una serie especial dedicada al pueblo gitano.
Mi experiencia con los gitanos de Sevilla
Llegué a Sevilla un martes por la noche y en el primer bar en el que entré, el camarero me recibió cantando flamenco. En España la música ha jugado un papel clave en el reconocimiento del pueblo gitano. Muchas estrellas de la canción pertenecen a esta etnia y el flamenco ha traspasado las fronteras de España convirtiéndose, incluso, en la seña de la identidad cultural española. Pero esta élite artística no es representativa de la realidad de un pueblo que lleva seis siglos en tierras españolas.
La realidad del pueblo gitano en España es compleja y diversa. Afirmar que se ha logrado la integración total no sería cierto. Tampoco lo sería decir que toda la comunidad vive excluida. Quizás el término que más se acerca a la realidad es “convivencia”.
La política de la administración española de las últimas décadas ha apostado por la integración de esta minoría, creando planes específicos y destinando subvenciones para favorecer su acceso a la vivienda, el empleo o la educación.
Se han logrado avances y se han aprendido lecciones. Pero ya se escuchan voces que piden un marco común para todos los ciudadanos españoles, gitanos y no gitanos.
La política llevada a cabo por el gobierno francés hacia los gitanos llegado de Europa del Este ha empezado a reforzar la sensación colectiva de pueblo gitano. Pero las diferencias nacionales pesa, y mucho. En España el gitano se siente orgulloso de serlo y según me contaban, cada vez hay menos “gitanos invisibles” que intentan esconder su origen para evitar el rechazo.
Leire Otaegi