Tras estas humildes paredes del barrio de Lyari en Karachi, Pakistán, el espíritu del deporte está más vivo que nunca. Alrededor de una docena de
Tras estas humildes paredes del barrio de Lyari en Karachi, Pakistán, el espíritu del deporte está más vivo que nunca.
Alrededor de una docena de niñas practican boxeo en el Pak Saheen Boxing Club, una modesta escuela deportiva en el que jóvenes de entre 8 y 17 años van a entrenar después de finalizar las clases.
“Tengo 15 años, llevo practicando boxeo desde que era pequeña. Al principio lo hacía en casa. Pero aquí en el club venimos de manera regular. Dios sabe si en el futuro me convertiré en boxeadora profesional”, dice la joven Yunas Qambrani.
Recientemente Pakistán ha experimentado un creciente interés de su población con la práctica del deporte. Sin embargo, en muchas ocasiones, la falta de equipamiento y material, desmotiva a los practicantes.
Con lo que puede Mohammad Yunas, el entrenador de este club, intenta motivar a las chicas.
“El boxeo ha estado presente desde el momento del nacimiento de estas niñas, que practicaban este deporte en casa, en muchas ocasiones. Tenía planeado empezar a entrenar, pero aquí es dificil. Existen presiones sociales y culturales que son difíciles de superar”, afirma Yunas.
El boxeo es uno de los deportes con más tradición en Pakistán. En muchas ocasiones la pasión por el boxeo pasa de padres a hijos, como es el caso de Anam Qambrani.
“El boxeo está en mi sangre. Mis dos tíos son boxeadores profesionales y mi padre es entrenador. Él es quien nos da las clases”.
Casos como el de esta escuela en Karachi demuestran que el deporte saca una sonrisa a todo el que lo practica, aunque las condiciones no sean las más adecuadas.