Miles de personas se echaron anoche a las calles de Argel para festejar la dimisión del del presidente Buteflika tras semanas de protestas callejeras exigiendo cambios democráticos profundos.
"Argelia entra en una nueva era". Es la sensación que se respiraba anoche en Argel, la capital, donde se desató la euforia tras hacerse pública la dimisión del presidente Abdelaziz Buteflika. Miles de personas se echaron a las calles para festejar el fin de dos décadas en las que la oposición política ha sido casi inexistente.
Echar al presidente parecía casi una misión imposible. Arropado por el poderoso ejército, Buteflika sobrevivió sin inmutarse a la Primavera Árabe y permaneció en el poder durante años a pesar de estar muy enfermo. Sin embargo, tras seis semanas de protestas callejeras exigiendo cambios democráticos profundos, los militares le dieron la espalda. Los manifestantes consideraban que su marcha es solo un primer paso en el camino hacia la verdadera democracia:
"Si nos contentamos con la caída de una persona, no llegaremos lejos. Nuestra verdadera batalla es tener un estado de derecho, con instituciones y un estado democrático, en una nueva era, una segunda república con una verdadera soberanía popular", explicaba un manifestante.
"Lo que más esperamos es que Bouteflika y su familia, y sus amigos sean arrestados", añadía otro.
Tras el primer mes de protestas, el mandatario renunció a presentarse a un quinto mandato, pero aplazó sine die las elecciones presidenciales. Cuando el pasado lunes anunció que dimitiría antes del 28 de abril, el Jefe del Estado Mayor exigió medidas inmediatas para declararlo incapacitado para el cargo. Aislado y en silla de ruedas, Buteflika presentó anoche su renuncia irrevocable.