Elecciones europeas: el tema de la migración, divide, en la isla de Samos

Elecciones europeas: el tema de la migración, divide, en la isla de Samos
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Por Valérie Gauriat
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Por un lado: los refugiados, hacinados en un campamento en la isla griega de Samos. Por otro: la población oriunda de la isla, que se debate entre quienes les ayudan, a sabiendas de que serán criticados y quienes francamente no quieren a los refugiados en su ciudad. La migración: un tema que divide.

De cara a las elecciones europeas, la inmigración es un tema controvertido. Nuestra compañera Valérie Gauriat ha estado en la isla griega de Samos para averiguar hasta qué punto este espinoso asunto divide a sus habitantes. Un campamento con miles de personas que buscan refugio o asilo está instalado en esta localidad.

Manolis Mantas y Vassilika, su mujer, están jubilados. Reciben a nuestro equipo en su casa. Un hogar que ellos mismos construyerron. Ambos les invitan a seguirles hasta un cercado, lindante con su propiedad. Es la verja de un campo de refugiados. Los vecinos de Manolis y Vassilika llevan allí retenidos, durante meses. Uno de ellos exclama ante la cámara:

-"Mira las condiciones en las que estamos en el campamento. Mira cómo dormimos"

- "¡Ésta es la comida! ¡Cómo voy a cenar esto! ¡Quién cómo algo así! dice mostrándo un sobre al vacío conteniendo una masa informe de color amarillento

Vassilika se dirige haceia él desde el otro lado de la verja y le pregunta si necesita algo de comida hoy. El hombre contesta afirmativamente. 

Manolis Mantas declara que están pasando "por una situación muy difícil, tanto nosotros como esta gente. Se ven obligados a defecar en los alrededores. Es una situación desesperada, un caos sanitario. Han derribado nuestra valla varias veces. Tengo una pequeña pensión de jubilación, y con eso lucho por mantener este sitio en condiciones".

Por su parte, los refugiados explican que se sienten "como si estuvieran en el infierno". Uno de ellos comenta que esa percepción puede durar, un año, dos años o más. A lo que su compañero responde: "nuestro futuro, nos están bloqueando nuestro futuro".

Vassilika va a cocinar para ellos. "Estará listo en una hora, ¿de acuerdo?", les dice antes de alejarse hacia su casa. Una vez en la cocina confiesa que "cocina todos los días para ellos. Esto es de ayer, pero hoy cocino comida fresca. Hoy: macarrones con atún." Poco después añade: "a los que ayudamos nos estigmatizan. Nos dicen: ¿por qué los estás ayudando. Están enfermos, son esto, son lo otro..."

Los refugiados agradecen la comida. Uno de ellos se exclama: "Este hombre y su esposa tienen un buen corazón. Y rezo para que Dios los bendiga y les dé una larga vida". 

Vassilika explica que "al principio todos en la ciudad, ayudaban, casi todos daban comida, como yo. Pero después, empezaron a llegar muchos, entre ellos, algunos eran delincuentes. Así que la gente de aquí empezó a tener miedo."

Su marido, Manolis, subraya que "si Europa cree en el ideal de la igualdad entre Estados, debe abordar el problema. !Que no deje que Grecia se convierta en un gran campo de almas perdidas donde la gente vive en condiciones abyectas, tanto ellos como nosotros!".

El centro de registro de demandantes de aliso de Samos: miles de personas, años de espera para tramitar la solicitud.

Samos está a menos de dos kilómetros de la costa turca. Al lado de sus paisajes de postal encontramos su lado más oscuro. Este es uno de los "hotspots", como los denominan en inglés, o centros de registro de solicitantes de asilo, situados en las islas del Mar Egeo. Cerca de 4.000 migrantes están hacinados dentro y en los alrededores de este campamento, pensado para acoger, en principio, a 650 personas. Desde el acuerdo establecido en 2016 entre la Unión Europea y Turquía, se les ha prohibido entrar en el continente hasta que se haya tramitado su solicitud de asilo. La espera dura meses, a veces años. Los más vulnerables tienen una oportunidad de ser trasladados al continente, más rapidamente.

Dentro del campamento hay un centro médico. Hoy la cola es especialmente importante. La gente sabe que si obtiene un certificado médico, éste puede ser su billete de salida de Samos. Sólo hay un médico, Manos Logótica, en el centro y está desbardado.  "Si hablas con Europa, te dicen que no, que la crisis ha terminado. Porque la afluencia ha disminuído. Pero aquí no ha habido ninguna diferencia, porque la gente sigue viniendo. Y además, están atrapados aquí. Sus esperanzas disminuyen, la frustración aumenta. Así que es diez veces más difícil, incluso para nosotros", confiesa.

Por su parte, el responsable del centro se niega a conceder entrevistas a los medios de comunicación. Al equipo de Valérie Gauriat se le concede una hora de permiso para entrar en el campo y filmar, pero siempre lejos de los barracones más precarios. La visita prosigue desde el exterior. Mohamed Malek Kassas es sirio, llegó a la isla hace diez meses. Mohamed dice: "Como ves, esto es la jungla, hay basura por todas partes. Nadie limpia aquí porque vivimos fuera, y tenemos ratas a veces vemos serpientes. Y como ves, no hay agua, no hay baño, nada (...) hace mucho frío en invierno y en verano, mucho calor. Es muy difícil vivir aquí."

Un hombre nos comenta que presentó "una demanda de asilo hace 6 meses. Me han dicho que tengo la entrevista en 2021, !imagínate, 2021!, exclama. Valerie lee el papel que el le tiende y confirma que la fecha prevista "de la entrevista para el examen de apelación es 13 de enero de 2021". A la pregunta de si eso significa que tenga que esperar aquí, responde abatido: !No lo sé! Llevo aquí 6 meses, casi 7; ¡me estoy volviendo loco! No comemos bien, no dormimos bien; es como si fuéramos animales. ¡No lo podemos entender!"

Sabah Al Maliki también sobrevive en una tienda de campaña. Ha demandado asilo. "Yo vengo de Irak, llevo aquí ocho meses, explica. Me han dejado tirado aquí bajo la lluvia, con insectos y ratas. He tenido enfermedades en la piel, estoy mal psicológicamente. Si no cumplo los requisitos para ser un refugiado, que me lo digan para que no siga sufriendo y sufriendo, sin parar! ¡Todo lo que tienen que hacer es abrir la puerta y me iré de Grecia!

Un poco más allá Seth, a quien llamaremos así para garantizar su seguridad, nos muestra su tienda. "Estas son nuestras tiendas, nuestros edificios. Este es el mío", dice. Él también llegó a Europa buscando El Dorado. Ha pedido asilo pero "El Dorado se ha convertido en un infierno. El lugar donde pensé que realmente encontraría refugio, que todas las preocupaciones del país, que todos los malos recuerdos, los peores recuerdos, podrían desaparecer, se reavivan estando aquí. Y se añaden más aún a esa lista. Es triste", añade apesadumbrado. Huyó de la República Democrática del Congo, donde estaba amenazado. La entrevista para el examen de su solicitud de asilo está prevista para dentro de año y medio.

Los cooperantes griegos de las ONG, desmoralizados.

Seth va todos los días a un centro de acogida dirigido por Samos Volunteers, una de las ONG que ayuda a los inmigrantes en la isla. Allí, los refugiados encuentran consuelo, pero también asesoramiento jurídico y la posibilidad de recibir cursos de idiomas. Además de una treintena de voluntarios de todo el mundo, también trabajan en el centro una veintena de refugiados.

Son pocas las personas de Samos que vienen a ayudar. Alexandros Mantoglou da clases de griego allí. Ayudar a los migrantes en Samos se ha convertido en una cuestión delicada. "La gente siente que la situación no cambia y se siente abandonada por el gobierno griego y los políticos que siempre prometen que la cosa va a cambiar y que los refugiados podrán mudarse a otro lugar. Resultado: nadie está dispuesto a ayudar. Y a la gente que quiere hacerlo se la percibe como personas que no tienen consideración por la isla, por su prosperidad".

En Vathi, la capital de Samos, el rechazo es patente

Ese sentimiento es palpable en Vathi, la capital de la isla, que cuenta con unos 5.000 habitantes. La presencia del campo de refugiados, a pocas decenas de metros del centro de la ciudad, se ve cada vez con peores ojos.

El presidente de la asociación de propietarios de bares y restaurantes de Samos: Michalis Mitsos explica que: "Cuando la gente se entera de que hay entre 4.000 y 5.000 refugiados de 51 países diferentes, en la ciudad, a algunos se les quitan las ganas de venir y visitarla. Prefieren quedarse en otros lugares de Samos que venir aquí. Todos los samienses han demostrado su humanidad. En los últimos cinco años hemos ayudado mucho a estas personas que vienen a nuestra isla. Pero ha pasado mucho tiempo. Cinco años es demasiado, y creo que esto tiene que cambiar".

Manolis Chliaoytakis vive en Samos, él trabajó en el campo de refugiados y demandantes de asilo "durante 3 meses . Y paré - cuenta - porque no respetan nada. Les dan comida y la tiran porque no les gusta. Era en un momento en el que vivíamos una una gran crisis aquí en Grecia. Y estos tipos tiraban la comida así", dice, haciendo como que lanza algo al suelo con la mano.

El hostelero quiere mostrarnos su bar de verano. Lo está reformando antes de la temporada turística. Han entrado a robarle trece veces. Mitchos enseña las ventanas rotas: "Rompieron las ventanas aquí, y entraron por ahí (...)Aquí rompieron la puerta. Robaron las botellas de alcohol que habíamos almacenado aquí para el verano. Robaron todo el sistema de sonido, los ordenadores, todo lo que pudieron encontrar y vender".

A la pregunta de si está seguro de que fueron los migrantes quienes le robaron Michalis Mitsos responde que "nueve, de las trece veces, fueron capturados en el acto. Se presentaron ante el juez y fueron liberados una hora después".  Se dirige hacia la terraza del bar y muestra por donde huyeron en dos ocasiones: "No pudimos atraparlos, saltaron desde aquí, sobre las rocas, para escapar. También robaron en el comercio de al lado, y en el del otro lado", apostilla.

Con respecto a la Unión Europea, Mitsos se siente defraudado: "Sí, el hecho de que tengamos refugiados y migrantes atrapados aquí, atrapados en las cuatro islas del norte del Mar Egeo durante dos años y que no tengan derecho a ir a otro lugar de Europa o incluso a Grecia, nos hace pensar que Europa ha sacrificado estas islas para salvarse."

El pasado mes de abril, cientos de residentes de Samos se manifestaron durante una visita del Ministro encargado de las cuestiones migratorias para exigir el cierre del centro. La ira no ha disminuido.

Inquietud de los padres de alumnos por la presencia de niños refugiados en la escuela

El equipo de Euronews tiene cita frente a una de las escuelas primarias de la isla, a la hora de apertura. Es un día aparentemente normal. Sin embargo, hace unas semanas, las asociaciones de padres retiraron a sus hijos de varias escuelas públicas durante unos días, para protestar contra la presencia de niños refugiados.

Stamatia Thomasouli es la directora de la Asociación de padres de alumnos de Samos. Sobre los refugiados comenta que "se enfrentan a graves problemas cotidianos: viven en tiendas de campaña, cerca de ratas y ratones, y junto a montones de basura. Esto crea inquietud por la salud pública. Pedimos que trasladen a estos niños a hogares adecuados, y luego los envíen a la escuela".

Sonia Paschalaki es miembro de la asociación. "En los últimos años - dice - nuestros hijos han visto cosas increíbles. Nunca antes habíamos visto a niños heridos caminando sin zapatos por borde de la carretera. Nunca antes habíamos visto a niños rebuscar en los cubos de la basura."

Estas madres se defienden de las acusaciones de xenofobia. El reportaje se rodó en vísperas de la Semana Santa, y estaban preparando canastillas de regalo, para los niños refugiados.

Thomasouli, la directora de la asociación explica que "es un gesto de bienvenida para desearles una buena estancia durante el corto período que permanecerán en nuestro país". "Y así se podrán hacer una idea de nuestras tradiciones", añade Paschalaki. Su colega. Vasilia Vakra comenta que quieren "volver la tener la vida de antes. En general, en nuestras islas, nuestra vida de a diario se ha deteriorado. Lo que queremos es que el campamento se traslade a otro lugar que no sea la ciudad, o que se cierre.

Los niños refugiados, llegan a la escuela después de que los niños griegos hayan salido de clase y entran por una puerta diferente. Al equipo le hubiera gustado filmarles pero el comité de profesores ha decidido no dejarnos entrar en las aulas. El tema es delicado,

Hasta que se decida su destino, la integración de los refugiados en la sociedad de Samos es extremadamente difícil. En algunos comercios de la ciudad no se les quiere.

Un bar al que acuden los migrantes, boicoteado por la población local

El café de Abed y Ioanna es uno de los pocos que les abre sus puertas. Abed, refugiado sirio, era diseñador en su país. Abrió este establecimiento hace un año con su compañera griega Ioanna Marpathiou, nativa de Samos. La cofundadora del café comenta que al principio tenían "clientes griegos, pero no de Samos. Nadie nos ha apoyado aquí. Y desde el final de la temporada de verano, nuestros únicos clientes son los refugiados. Mucha gente de Samos cuando pasa por el café se detiene, mira a los refugiados y pone esa cara... como si estuvieran haciendo algo malo. Me entristece mucho." Abed Abdulrahman al Diab, lleva dos años esperando la respuesta a su solicitud de asilo en Grecia. "Si toman la decisión de enviarnos de vuelta a Turquía o a Siria, lo perderé todo. Tal y como lo perdí todo en Siria, lo perderé todo de nuevo aquí ". comenta.

Hace unas semanas, Ioanna y Abed decidieron poner a la venta su establecimiento y dejar Samos. Ioanna Jarpathiou explica que "podría quedarme si quisiera. Pero incluso si esta historia de los refugiados terminara y decidiera quedarme, no creo que ningún lugareño me apoyaría. Podría hacer algo, pero quiero irme. Me gustaría hacer otra cosa en mi vida. En otro lugar, lejos de Samos". Su socio dice que empezaron juntos y tienen "más ideas para realizarlas juntos. Tengo más sueños. Tengo más ideas y las haré. Creo que no me detendrán aquí. Algún día me aceptarán".

Mytilinioi, a pocos kilómetros, acogerá en breve otro centro de refugiados. La oposición al mismo, crece

El gobierno se ha comprometido a cerrar el centro de refugiados de Vathi y a abrir otro de mayor capacidad a pocos kilómetros de la capital. Georgios Eleftheroglou es el presidente de la aldea de Mytilinioi, cerca de la cual se instalará el nuevo campamento.

"Estos estaban los viejos mataderos, donde se va a establecer el centro de migrantes. Y allí está mi pueblo, a algo más de un kilómetro y medio de aquí. Así que, como comprenderá, el problema de Vathi llegará también a nuestra aldea."

El tema tiene confundidos a los vecinos.  Georgios Eleftheroglou explica a nuestro equipo que  cuando dijo "que no queríamos un segundo centro para inmigrantes en nuestro país, me amenazaron.Aquí pone: "Bimba, tú vas detrás". Significa que quieren matarme. Esto muestra la división de la población".

Venimos al café donde en el que hay un grupo de personas. Son vecinos del pueblo. Están indignados. Alexandros Georgiadis, ve la situación así: "A estas personas no se les permite llegar al destino que han elegido. ¡Y se las mantiene aquí por la fuerza! Con lo cual su desgracia, nos la transmiten a nosotros. Quiero decir que su miseria se convierte en la nuestra."

Una vecina, Eyaggelia Kokaraki exresa sus temores. "No queremos tener a gente vagando a nuestro alrededor sin saber quiénes son, sin ningún control. !Podrían ser criminales, ladrones o violadores!", dice.

Dora Kalogrea es categórica: "¡No los queremos aquí, esa es la cuestión! Pueden ponerlos donde quieran, pero nosotros no los queremos. ¡Eso es todo!

Nikolas Moschonas se suma a la discusión, también es vecino de Mytilinioi: "¡No podemos vivir con esta gente! ¡Tienen cientos de enfermedades! ¡Si vas al hospital, está lleno de negros! Ya lo hemos dicho, son ladrones, ¡no podemos vivir con ellos! ¡O haremos justicia nosotros mismos!

Consciente de que sus propósitos pueden ser considerados racistas, otro lugareño, Nikolaos Ftinogiannis, se escuda: "Todo esto puede sonar racista, pero no lo somos, no nos asocies con ese término. ¡Pero estamos hasta aquí!", dice señalando con la mano una línea imaginaria a la altura de la nariz.

Este otro vecino Mitsos Eleytherios alega que "Europa ha cerrado sus fronteras, y Grecia está pagando el precio!"

Georgios Eleftheroglou, cierra el debate con esta reflexión: "¿No entienden estos europeos que dan y reciben órdenes, que lo único que lograrán es levantar a la extrema derecha? Poco a poco, están llevando a la gente a los extremos! Eso es lo que Europa ha conseguido hacer! ¡Eso es lo que tienes que decirles!"

Periodista • Lucia Riera Bosqued

Fuentes adicionales • Aurora Vélez

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