Un hogar para los perezosos en Costa Rica. Un albergue cura y da cobijo a los perezosos heridos o a los pequeños huérfanos. Muchos son apenas bebés que se abrazan a peluches buscando cariño materno y se aferran a jeringuillas con leche de cabra
Con ritmo muy lento, como si el día no tuviera fin, y colgados siempre boca abajo de las ramas se mueven por las selvas tropicales de América Central y del Sur. Son los perezosos, animales entrañables cuya existencia está cada vez más amenazada por el avance de los asentamientos humanos.
En Costa Rica, un refugio los recoge, cura y devuelve después a la naturaleza. Algunos llegan aquí después de ser atropellados, otros, tras ser atacados por perros o electrocutarse con cables eléctricos.
Entre ellos, hay muchos bebés, como el que llegó con los músculos de sus patas destrozados después de que alguien intentara arrebatárselo a su madre para venderlo como animal de compañía. Fueron precisos ocho meses de curas hasta que el pequeño perezoso logró recuperarse.
Con mimo de madre, en el refugio Tucán, situado a una veintena de kilómetros al norte de San José, eximinan a los bebés abrazados a peluches para evitar que se estresen y les dan el biberón utilizando jeringuillas con leche de cabra.
Los voluntarios enseñan a estos mamíferos a vivir en la naturaleja, les animan a trepar a los árboles y alimentarse de hojas. El refugio, que trabaja en colaboración con las autoridades de Costa Rica, ya ha devuelto a su hábitat natural a un centenar de perezosos.