La cultura se pone al servicio de la política en la región belga de Flandes

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Por Ana LAZAROElena Cavallone
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El gobierno regional de Flandes quiere recortar las subvenciones culturales en un 60% y dar prioridad a los proyectos que hablan del patrimonio cultural flamenco tradicional

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Cuando Bert Berveke decidió ser actor, no esperaba ponerse en la piel de un activista político. Pero ahora siente que su profesión está amenzada.

Actualmente trabaja en un musical sobre la Primera Guerra Mundial que ha sido financiado en buena medida con fondos públicos. Un tipo de ayudas que podría perder.

"Esta representación no podría existir sin estos fondos. No estaríamos actuando en este teatro para 250 alumnos que se han beneficiado de un gran descuento y que han recibido una importante lección vital", explica Berveke.

El gobierno nacionalista flamenco tiene la intención de reducir los fondos destinados a proyectos culturales en un 60%. Y el ministro-presidente Jan Jambon explica que los recortes no afectarán a todos por igual. Se dará prioridad a los proyectos dedicados al patrimonio cultural flamenco tradicional. Por ejemplo, el museo Bojirk al aire libre donde se muestra la vida rural de la zona en el siglo XIX.

Para la profesora Anna Morelli, de la Universidad Libre de Bruselas, es una manera de transfromar la cultura en instrumento político. "La estrategia del gobierno es reducir los fondos para los actos culturales subversivos y dárselos a aquellos que siguen la narrativa del gobierno. Por ejemplo, los que hablan de la identidad nacional, de la raza,... Los que promueven el folklore y las raíces nacionales".

Esta utilización de la cultura también está cobrando fuerza en países como Hungría y Polonia, donde los artistas denuncian que el poder está tratando de tomar el control de los teatros y del ámbito cultural en general.

"Creo que Europa debería tener un papel subsidiario y apoyar los actos culturales que, por razones ideológicas, están siendo excluidos de los subsidios públicos en sus países", concluye Morelli.

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