Racismo soterrado: la espina que no pudo arrancar el socialismo cubano

Racismo soterrado: la espina que no pudo arrancar el socialismo cubano
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Por Isidro Murga con AFP
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Racismo soterrado: la espina que no pudo arrancar el socialismo cubano

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En Cuba, no se palpa ese odio racial que existe en otras partes del mundo. Los niños juegan en las calles sin importar el color de la piel, hay muchas parejas mixtas y un sistema educativo muy inclusivo. La estampa es muy distinta a la que ha llevado a movilizarse a cientos de miles de personas en Estados Unidos, sin embargo, el andamiaje legal que garantiza la igualdad de derechos no se traduce en igualdad de oportunidades:

"Igualdad de derechos no significa igualdad de oportunidades y que tú me garantizas un derecho en la ley no significa de que yo tenga todas las condiciones económicas y sociales para hacer válido ese derecho", explica el activista afrocubano Alexander Holl, estudiante de Historia.

El régimen cubano hace gala de la inclusión de negros y mulatos en sus estructuras de poder: el presidente del Parlamento, el vicepresidente de la República y la viceprimera ministra son negros. Y no son blancos más del 40% de los diputados.

"Medir el número de negros y mestizos que hay en el Parlamento, en el Gobierno, etc para demostrar que el racismo no existe o que es una de las maneras de atajarlo, es una política un tanto equivocada, porque el verdadero racismo está en las calles, está en las condiciones estructurales y económicas endebles que tiene la población negra y mestiza en la isla de Cuba", añade Holl.

Los datos avalan la existencia de un racismo soterrado que se ceba con ese 9% de población que se define como de raza negra, según el censo de 2012. Así, mientras que el 50% de los blancos tienen una cuenta bancaria, solo la tienen un 11% de los negros. Tres de cada diez blancos cubanos han viajado al extranjero, algo que solo han hecho tres de cada cien negros. 

El socialismo cubano no ha logrado salvar las enormes diferencias sociales y económicas que separan a sus ciudadanos desde el fin de la esclavitud en la isla en 1886. Salvador González, pintor y fundador del Callejón de Hamel, un rincón de la Habana consagrado a la cultura afrocubana, cree que esta herida solo podrá curarla el tiempo:

"El prejuicio es una siembra que se ha de ir desechando con el tiempo. Lucharemos, hablaremos, se darán conferencias, se harán obras literarias fuertes en contra de este prejuicio, racismo, lo que sea, es verdad, pero tendrá que pasar el tiempo", sentencia.

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