¿Cuál es el futuro de las relaciones entre la UE y Suiza tras la ruptura de negociaciones?

La presidente de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen, y el presidente suizo Guy Parmelin en una cumbre en abril
La presidente de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen, y el presidente suizo Guy Parmelin en una cumbre en abril Derechos de autor AP Photo
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Por Sandrine Amiel
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Bruselas y Berna rompieron las conversaciones el pasado miércoles, después de que el bloque exigiera al país centroeuropeo un acuerdo marco general.

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La Unión Europea rodea Suiza, una pequeña nación de 8,6 millones de habitantes situada en el corazón del continente. Aunque el pequeño país ha optado por permanecer fuera del bloque comunitario, ha mantenido una estrecha relación con los 27, que es con mucho su mayor socio comercial.

Aproximadamente dos tercios de las importaciones suizas proceden del bloque, mientras que la mitad de las exportaciones del país se dirigen a la UE. Se calcula que 1,4 millones de ciudadanos de la UE viven en Suiza, mientras que 450.000 suizos residen en países de la UE.

En las últimas décadas Berna y Bruselas han firmado más de un centenar de acuerdos, que abarcan desde la agricultura hasta la cooperación policial.

Entonces, ¿por qué el Gobierno suizo acaba de abandonar una negociación de siete años con la UE para modernizar las relaciones entre ambos países?

El fracaso de las conversaciones del pasado miércoles puede parecer una gran paradoja, teniendo en cuenta la amplitud y profundidad de la cooperación entre ambos Suiza y la UE, sus vínculos económicos y políticos, así como su proximidad geográfica y cultural.

¿Cuál es la historia de las relaciones entre la UE y Suiza?

Todo empezó en 1972, cuando Suiza y la antecesor de la UE, la Comunidad Económica Europea (CEE), celebraron su primer acuerdo de libre comercio sobre bienes industriales y productos agrícolas, que sigue en vigor hoy en día.

En 1990, el pacto se complementó con otro que simplificaba los controles aduaneros y las formalidades comerciales.

Dos años más tarde, Suiza solicitó la apertura de negociaciones para ingresar en el bloque, que aun era la CEE.

Pero el impulso de las negociaciones de adhesión se detuvo después de que los votantes suizos rechazaran la adhesión al Espacio Económico Europeo en un referéndum celebrado a finales de ese año.

El rechazo marcó un "punto de inflexión clave" en las relaciones entre la UE y Suiza, dijo Paolo Dardanelli, profesor de Política Comparada en la Universidad de Kent.

Según él, a partir de ese momento Suiza estaba "sola" y "tenía que encontrar un camino, un modus vivendi con la UE".

En 1997 y en 2001, las iniciativas populares federales sobre la apertura de negociaciones de adhesión a la UE contaron con la oposición de cerca de tres cuartas partes de los votantes suizos.

¿Por qué se opone Suiza a la adhesión a la UE?

El rechazo a la integración europea puede verse como la continuación de la larga tradición de neutralidad del país. En virtud de este principio, Suiza se abstuvo de participar, por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría

Hoy en día, sin embargo, la neutralidad no es tan importante como antes, asegura Dardanelli a Euronews, y lo que predomina es un fuerte apego a la preservación de la soberanía nacional.

A los ciudadanos suizos también les preocupa que la adhesión a la UE no sea compatible con su apreciado sistema de democracia directa.

"En Suiza se puede votar sobre cualquier cosa. Se pueden recoger firmas y votar sobre la modificación de la Constitución y cualquier otro aspecto" de la política, explica Dardanelli.

"Los suizos querrían formar parte de la UE desde el punto de vista económico, pero no quieren formar parte de la UE desde el punto de vista político", añade Laurent Goetschel, director del grupo de reflexión Swisspeace y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Basilea.

¿Cuál es el marco actual de cooperación?

Ante la negativa de Suiza a adherirse al bloque, la cooperación se desarrolló sobre la base de acuerdos ad hoc.

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En 1999, Suiza y la UE firmaron un paquete de siete acuerdos que abarcaban, entre otras cosas, la libre circulación de personas. Esto daba a los ciudadanos de cada parte el derecho a vivir y trabajar en la UE o en Suiza, siempre que tuvieran un empleo u otras fuentes de ingresos.

Otro conjunto de acuerdos sectoriales llegó en 2004, estableciendo la participación de Suiza en el espacio Schengen sin fronteras de la UE.

En total, existen actualmente más de 120 acuerdos entre Suiza y la UE.

Estos acuerdos se aplican automáticamente a los nuevos Estados miembros cuando ingresan en la UE, excepto el acuerdo sobre la libre circulación de personas, que se renegocia con cada nuevo país.

En este marco, la cooperación ha prosperado. Suiza y la UE son socios económicos clave, con intercambios comerciales que ascienden a unos mil millones de euros cada día laborable.

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Además, Suiza es el cuarto socio comercial del bloque después de China, Estados Unidos y el Reino Unido.

Se calcula que el 25% de la población activa de Suiza está formada por ciudadanos de la UE, de los cuales 343.809 son trabajadores transfronterizos

¿Cuáles son los puntos conflictivos de la relación?

Las cuestiones relativas al estatuto de los trabajadores en relación con la inmigración son la principal fuente de tensiones entre Suiza y la UE.

La rica nación presume de unos niveles salariales y una protección social mucho más elevados que los de sus vecinos y recela del llamado "dumping salarial", especialmente cuando los trabajadores transfronterizos están empleados en Suiza con contratos extranjeros, detalla Dardanelli. "Suiza intenta proteger los salarios y las condiciones de trabajo de su mano de obra incluso con las llamadas 'medidas de acompañamiento'".

Mientras tanto, "la UE quiere eliminarlas para crear unas condiciones de competencia equitativas", añadió Dardanelli.

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Las tensiones sobre la libre circulación de trabajadores culminaron en 2014 con un referéndum popular. "Se sometió a votación una iniciativa para restringir la inmigración, que iba directamente en contra del acuerdo con la UE, y fue respaldada por un estrecho margen", señala Dardanelli. La maniobra enfureció a Bruselas, aunque la medida nunca llegó a aplicarse en su totalidad.

Uno de los problemas, según Dardanelli, es que "estos acuerdos están divididos en paquetes y que están vinculados entre sí. Así que, legalmente, si se denuncia uno, los demás también caen". Se llegó a un compromiso para salvar la cara del Gobierno al tiempo que se salvaba la cooperación con la UE, pero eso también significó que "lo que la gente votó no se puso realmente en práctica", 

El texto suavizado aprobado por el Parlamento suizo en 2016 daba prioridad a los nacionales en el mercado laboral y dificultaba a los empresarios la contratación de ciudadanos de la UE.

La fiscalidad y el secreto bancario, piedras angulares del poderoso sistema financiero suizo, estuvieron durante mucho tiempo entre los puntos conflictivos de la relación.

Pero estas cuestiones se han abordado mediante varios acuerdos durante los últimos años. En 2015, Berna y Bruselas firmaron un acuerdo sobre el intercambio automático de información fiscal. A partir de 2018, Suiza y cada Estado miembro de la UE comenzaron a intercambiar automáticamente datos bancarios.

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Más allá de estos ámbitos políticos concretos, lo que Suiza quiere sobre todo es mantener su independencia y soberanía nacional. "Lo ideal es que la UE quiera que Suiza se adapte automáticamente a las normas y legislaciones que adopte la UE. A Suiza le resulta difícil hacerlo porque se siente como un simple Estado vasallo de la UE", explica Dardanelli.

¿Qué ha llevado al colapso de las conversaciones?

Las antiguas fricciones entre Suiza y la UE volvieron a entrar en juego durante las últimas negociaciones.

Durante mucho tiempo, la UE presionó a Suiza para que fuera más allá de los acuerdos de cooperación ad hoc e insistió en un acuerdo marco general, insistiendo en que hasta entonces no se podían firmar nuevos acuerdos bilaterales. Pero esas conversaciones se interrumpieron bruscamente el pasado miércoles.

Las negociaciones tropezaron esencialmente con la exigencia de la UE de que sus ciudadanos tengan pleno acceso al mercado laboral suizo. Suiza se resiste a ello, alegando que podría dar lugar a que los ciudadanos no suizos obtuvieran derechos de seguridad social.

El acceso de las empresas de la UE al mercado suizo fue otra "patata caliente", sostiene Laurent Goetsche.

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Pero lo que predominó fue "el escepticismo general sobre el acuerdo marco, que trataba de la adaptación dinámica de la legislación suiza a la evolución legislativa de la Unión Europea, y también de un cierto papel del Tribunal de Justicia Europeo". Los suizos "son alérgicos a lo que llamamos jueces extranjeros", señaló el experto.

Finalmente, "el Gobierno llegó a la conclusión de que un tratado de este tipo no tendría suficientes posibilidades en un referéndum popular", asegura Goetschel.

Para Clive Church, profesor emérito de estudios europeos en la Universidad de Kent "esto me parece bastante interesante, porque los que se inclinan por Europa han sido durante años extraordinariamente optimistas sobre sus posibilidades de sacar adelante las cosas. Y ahora han cambiado de tono, creen que no pueden conseguirlo aunque algunas encuestas digan que el 64% apoyaría el tratado. Así que me parece que hay preocupaciones sobre la soberanía y hay preocupaciones sobre la gestión política que subyacen a las cuestiones más empíricas". 

¿Qué es lo próximo?

Los dirigentes suizos afirmaron que el país esperaba seguir siendo un socio cercano del bloque de los 27. Pero la UE ha sugerido que la falta de normas comunes podría hacer que Suiza perdiera su conexión "privilegiada" con el bloque y que la falta de acuerdo estaba "obstaculizando el acceso de las compañías aéreas suizas al mercado interior de la UE".

Bruselas advirtió además que la cooperación en el sector sanitario o el mercado laboral se vería afectada. Según Goetschel, "la UE también podría ser más desagradable en otros ámbitos. Así, por ejemplo, podrían impedir que Suiza participe en el próximo programa de investigación Horizonte o permitirlo sólo bajo ciertas condiciones que perjudicarían al país". . 

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Con mayor optimismo Dardanelli considera que "todavía hay mucha buena voluntad por ambas partes para encontrar una forma de avanzar. Así que imagino que, en cierta medida, esto es también un acto de prestidigitación por parte de Suiza para tratar de señalar a la UE que no quiere ser presionada en estos temas", señalando que el país esperará que la UE se comprometa más.

Pero el Brexit ha complicado aún más el panorama, según Dardanelli. Antes de que Gran Bretaña abandonara el bloque, "la UE era bastante complaciente, pero debido al Brexit, está mucho más preocupada por hacer excepciones y crear nuevas lagunas que luego podrían ser explotadas".

La relación de Suiza con la UE también ha suscitado comparaciones con la de Gran Bretaña, especialmente ahora, señaló Church, en el sentido de que "puso la soberanía por encima de todo, incluso del beneficio económico".

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