La adquisición une la sobriedad minimalista de Prada con la extravagancia mediterránea de Versace, redefiniendo el panorama del lujo europeo y marcando una nueva etapa para la histórica casa italiana.
El icónico logotipo dorado de la cabeza de Medusa, un símbolo que el fundador Gianni Versace vio en las ruinas romanas en las que él y sus hermanos crecieron jugando en Reggio Calabria, pasará a estar bajo el control de Prada, su rival en el mundo de la moda. Prada ha completado la compra de 1.250 millones de euros que pone a Versace, una de las casas de moda más extravagantes de Italia, bajo el ala del imperio milanés de la moda.
La adquisición es la mayor operación en los 112 años de historia del Grupo Prada. El acuerdo también pone fin a la etapa de siete años de Versace dentro de Capri Holdings, el grupo cotizado en EE.UU. que también posee Michael Kors y Jimmy Choo, que compró Versace en 2018 por 1.800 millones de dólares (1.540 millones de euros).
La venta se produce después de un período turbulento para Versace, cuyas colecciones al borde de la ostentación y que definieron la época de los años 80 y 90, copiadas sin cesar en toda la industria, han luchado por competir con la enorme escala y rentabilidad de las potencias del lujo europeo.
Donatella Versace, la hermana menor de Gianni que tomó las riendas de la empresa tras su asesinato en 1997, dejó el cargo en marzo, después de casi medio siglo de liderazgo familiar. Dejó las riendas a Dario Vitale, un diseñador que se formó en el Grupo Prada. Su nombramiento supuso la primera vez desde 1978 que una colección Versace no estaba formada por la familia fundadora, y ahora pasará a manos de otra dinastía de la moda italiana.
¿Un estratégico rescate italiano?
La adquisición de Prada impide que Versace sea absorbida por uno de los megagrupos franceses, como LVMH o Kering, que llevan décadas consolidando el sector mediante la absorción silenciosa de marcas heredadas.
Pero la operación unirá a dos casas que durante mucho tiempo han sido consideradas opuestas estilísticamente: Versace, el emblema maximalista del glamour del sur de Italia, y Prada, una marca más cercana a los gustos minimalistas y a la sastrería de vanguardia del corazón industrial de Italia.
Mientras Versace ha funcionado en gran medida como una única marca unificada en torno a una estética clara, glamour de alto octanaje y atrevido 'sex appeal' mediterráneo, Prada lleva décadas cultivando una identidad más diversificada y controla varias marcas con lenguajes creativos distintos. Un ejemplo notable es Miu Miu, la línea hermana más joven y juguetona fundada por Miuccia Prada a principios de los 90.
De momento, Prada ha dicho que no va a diluir la identidad de Versace y que planea un relanzamiento por fases que la incorporará al sistema de fabricación y cadena de suministro de Prada, ya integrado verticalmente. De este modo, Versace tendrá acceso a 25 centros de producción en todo el mundo, a las fábricas de marroquinería de Prada y a una amplia red mundial de tiendas.
Un sector muy rentable
En 2024, el Grupo Prada registró unas ventas netas de 5.430 millones de euros, un 17% más que en 2023. Ese mismo año, el grupo registró un EBIT (beneficios antes de intereses e impuestos) de unos 1.280 millones de euros y sus beneficios netos ascendieron a unos 839 millones de euros.
Aproximadamente el 50%-55% de la producción mundial de artículos de lujo se concentra en Italia, lo que confiere a las casas italianas una ventaja natural en artesanía y tradición manufacturera.
Según un informe de 2025, el sector de la moda aporta aproximadamente el 5% del PIB de Italia, mantiene alrededor de 1,2 millones de puestos de trabajo y representa una gran parte de la producción mundial de lujo.