Radio Okapi: la voz de los que no tienen voz

Radio Okapi: la voz de los que no tienen voz
Por Euronews
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La radio muchas veces se ha usado como arma de guerra en el continente africano. Estamos con Caddy Adzuba, periodista de Radio Okapi en la República Démocrática del Congo. Contra viento y marea, ella pone su voz al servicio de la paz.

Cuando la conocemos, está recorriendo las calles de su pueblo: “Estoy buscando niños de la calle. Sus padres murieron durante la guerra y no tienen a nadie. Hay niños nacidos de episodios de violencia sexual. se encuentran abandonados porque las madres, que se han quedado embarazadas como consecuencia de una violación, no pueden hacerse cargo de ellos”.

Caddy Adzuba, de 31 años, es una de las voces más populares de Radio Okapi, creada por la ONU y la fundación suiza Hirondelle, hace una década. Día y noche, ella recorre la provincia de Kivu del Sur, en el este del país, para retratar la realidad de una sociedad marcada por la guerra. “Para mí los medios de comunicación son un instrumento”, nos explica, “Una voz que utilizo. Una voz para los que no tienen voz, para que se les escuche, que hablen alto, para denunciar abusos y sensibilizar”.

Esta vocación le viene desde la adolescencia. unos meses antes de que comenzase la guerra en 1994, ella se marchó de su ciudad, Bukavu, con su familia y miles de personas. Así lo recuerda: “Atravesé el bosque… durante una semana… a pie… yo sola. Ya no sabía dónde estaban mis padres, si estaban vivos o muertos, ni mis hermanos… ¿habían muerto? No tenía ni idea. Pero vi a gente morir. Alguien a mi lado cae. Cae gente delante de mí. Y de nuevo a mi lado. ¡Yo miro y sólo veo sangre! En medio de esta desbandada, cada uno buscaba su camino”. Afirma que es algo que jamás olvidará.

Aunque la guerra ha terminado oficialmente en la República Democrática del Congo, la de Caddy aún no ha acabado, mientras los grupos armados sigan campando a sus anchas por el este del país: “La guerra no ha terminado. Cada día hay un ataque. ¡Cada día! Hay saqueos en las aldeas… y los grupos armados echan a los vecinos de sus casas, ellos buscan refugio en las ciudades. Mirad las casas donde vive la gente… En una cabaña pequeña como ésta vive una familia de 15, 18 o 20 personas”.

La miseria la indigna. Sobre todo la de las mujeres.
Hoy entrevista a una de las supervivientes recogidas por una asociación con sede en Bukavu, que les ayuda a reconstruir sus vidas y sus almas, a través de terapia y formación profesional. Esta mujer, antes esclava sexual de los milicianos ruandeses y después violada por soldados congoleños, ha recuperado la esperanza:

“Vas a pasar 6 meses aquí, ¿después qué vas a hacer?”, le pregunta. “Empezaré dedicándome a la sensibilización, que hace falta… Tenemos que encontrar coraje y decirles a las demás que esto que nos ha pasado no es el final de nuestra vida”, responde ella con determinación.

En la radio, y con varias asociaciones, Caddy no se cansa de denunciar la lacha que sigue afectando a miles de mujeres congoleñas. Y sobre todo, de denunciar sus causas: “Violar a las mujeres era un arma de guerra. No es deseo sexual lo que lleva a los rebeldes, a los grupos armados, a cometer violaciones. No. Simplemente quieren desestabilizar una región. Haces la guerra, expulsas a la población, robas sus recursos… Y todo pasa desapercibido”.

La tragedia del pueblo congoleño son sus recursos naturales. Hay multinacionales, y poderosos mandatarios detrás de todo eso, por todo el mundo. El tráfico ilícito de minerales a costa de las poblaciones locales es algo que a menudo denuncian las organizaciones pro-derechos humanos. En 2002, la ONU publicó un informe en el que denunciaba el saqueo del país por parte de sus países vecinos, con la complicidad de 85 multinacionales.

La batalla cotidiana que libra Caddy no les gusta a todos. Ha recibido amenazas de muerte y su domicilio ha sido atacado varias veces. Pasó algún tiempo exiliada con dos compañeras. Dos periodistas de Radio Okapi en Bukavu han muerto asesinadas. Caddy regresó para seguir dando testimonio. La amenazas no han desaparecido. Pero tampoco su determinación.

“Cuando piensas en todos tus compañeros, padres, tías, amigos, que han muerto, te preguntas qué has hecho tú para seguir viva hoy. Encuentro fuerza cuando me pregunto por qué no morí entonces. Por qué me salvé. Y entonces, cómo puedo contribuir yo, aunque sea un poquito, a la paz en mi país. Aunque sea un poquito”. Ése es su objetivo.

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