El pasado marzo Bamako, hasta entonces a salvo, era escenario de un atentado por primera vez. El objetivo fue un bar frecuentado por residentes
El pasado marzo Bamako, hasta entonces a salvo, era escenario de un atentado por primera vez. El objetivo fue un bar frecuentado por residentes extranjeros. El ataque deja cinco muertos, incluyendo un belga y un francés, y un grupo yihadista reivindica la autoría.
Los yihadistas siguen siendo un obstáculo para la paz dos años después de la intervención de los soldados franceses que oficialmente devolvió la calma al país. Aún quedan 1.000 uniformados galos en Malí en el marco de la operación Barkhane cuya principal misión es perseguir a estos grupos islamistas que quieren controlar el norte.
Todo comienza en 2012. Hay tres actores diferentes sobre el terreno. Los rebeldes tuaregs de Azawad, compuestos por diversas facciones que reclaman la independencia de las regiones de Tombuctú, Gao y Kidal; las fuerzas malienses que se oponen, defendiendo la integridad territorial del país; y también los salafistas islamistas de Ansar Dine, aliados de otros grupos yihadistas como Al Qaeda en el Magreb Islámico. Nacidos en 2012 de una escisión dentro de la rebelión tuareg, quieren instaurar repúblicas islamistas en el norte e imponer la Sharia.
En este contexto de tensión y en plena guerra, Francia interviene en Mali en enero de 2013 en el marco de la operación Serval, pese a que tres meses antes el presidente François Hollande había afirmado que no habría ningún despliegue. El dispositivo es consecuente y la operación un éxito. Las bajas francesas, apenas 10 muertos, son más que limitadas. Los yihadistas deben retroceder e incluso abandonar el país.
En abril de 2013 las tropas francesas comienzan a retirarse. La misión termina oficialmente en agosto de 2014 y será reemplazada por la misión Barkhane. Una guerra victoriosa que sin embargo no solucionó los problemas de fondo.
La paz se firma finalmente el 20 de junio de 2015 entre las autoridades malienses y la rebelión tuareg, pero no incluye a los yihadistas, que se han refugiado en el extranjero, especialmente en Libia, donde sufren una nueva radicalización.
La toma de rehenes del viernes sirve para recordar hasta qué punto la situación en el país es precaria.