La agencia de la ONU para los refugiados urge a Australia y Papua Nueva Guinea a poner fin al infierno en el que viven centenares de solicitantes de asilo en la isla de Manus. El campamento de refugiados de la citada isla papú fue clausurado el pasado 31 de octubre, por una orden del Tribunal Supremo que lo consideraba inconstitucional. Sin embargo, en el recinto siguen ancladas cerca de 600 personas: sin comida, agua corriente, electricidad, ni los servicios más básicos.
Se niegan a irse a otros refugios temporales por temor a represalias de los habitantes de Manus. Solo medio centenar han aceptado ser realojados. El ministro de Inmigración australiano, Peter Dutton, ha culpado a los solicitantes de asilo de su situación.
“Han destrozado el recinto y, como se señaló, hay un nuevo alojamiento, construido a propósito. Ha estado abierto durante un par de años, la gente sabía desde hacía meses que se acercaba el final… Y, realmente, las condiciones que vemos en las fotografías hoy no tienen nada que ver con las condiciones en las que se ha vivido allí durante mucho tiempo”, ha asegurado Dutton.