El conservador Sebastián Piñera ha asumido la presidencia de Chile de manos de la socialista Michelle Bachelet por segunda vez en los últimos ocho años. Sin mayoría en el Congreso, propone una batería de medidas sociales y la voluntad de grandes acuerdos.
Sebastián Piñera ya es otra vez presidente de Chile. Este domingo en la sede del congreso de Valparaíso se repetía la misma escena de hace ocho años. Michele Bachellet cedía la jefatura del Estado al político conservador. El fin de un ciclo de alternancia, pues la socialista ha anunciado que no volverá a presentarse.
Entre los invitados a la toma de posesión se encontraban el rey emérito de España Juan Carlos, junto a presidentes iberoamericanos como el de Brasil, Perú, México o Bolivia.
En esta ocasión, con un congreso sin mayorías, el empresario ha puesto el énfasis en conseguir grandes acuerdos para revertir el estancamiento económico y fortalecer a la debilitada clase media.
Desde el Palacio de la Moneda, ha hablado de sus prioridades, llenas de guiños sociales: modernizar la sanidad pública, mejorar la educación, los salarios y las jubilaciones, además de proteger el medio ambiente y hacer retroceder la delincuencia, el narcotráfico y el terrorismo.
"Transformar a Chile, la colonia más pobre de España en América Latina, en el primer -ojalá no el único- país de América Latina que pueda decir con orgullo que hemos derrotado el subdesarrollo, la pobreza y que hemos aprendido a vivir en paz y en libertad".
Su primera visita ha sido a un centro dependiente del servicio de menores, organismo que ha protagonizado numerosos escándalos. El líder de Renovación Nacional asegura que el bienestar infantil es otra de sus sus grandes metas.