La brusca caída del dólar la semana pasada despertó todas las alarmas. El Gobierno de Macri tomó rápidamente medidas para evitar la catástrofe, como la subida de tipos al 40%. Cada vez más argentinos vuelven a peder la esperanza.
Sudores fríos entre de los argentinos, ante la posibilidad de revivir una de sus peores pesadillas.
Las alarmas saltaron la semana pasada, con la brusca depreciación de casi un doce por ciento de su moneda frente al dólar, que llegó a venderse a 23,30 pesos. Aquello sonaba al comienzo de tantas crisis, graves y cíclicas, como la del corralito, en 2001, en la que muchos perdieron todos sus ahorros.
En estos casos, la desbandada hacia las casas de cambio es un movimiento reflejo.
"Ojalá pudiera comprar dólares, pero no puedo comprar nada si no puedo ahorrar nada", comenta Mónica Osorio. "No nos alcanza para nada. Ojalá que Dios quiera que, no sé, yo tengo fe que en algún momento vamos a salir de esta, no puede ser que sigamos así".
El Gobierno se apresuró a apagar el fuego.
El Banco central procedió a la venta masiva de dólares y a la subida de los tipos de interés al cuarenta por ciento. El ministro de Hacienda anunció la reducción de su objetivo de déficit fiscal, del 3,2 al 2,7 por ciento.
El ejecutivo culpa de lo ocurrido a la subida de tipos en Estados Unidos, que arrastró a otras divisas del hemisferio, aunque no tan abajo.
Mientras, la popularidad del presiente Mauricio Macri también se desploma. Ha perdido quince puntos desde noviembre, seis de ellos en el último mes. Su objetivo de limitar la inflación al quince por ciento parece imposible. En el primer trimestre ya alcanzó casi la mitad de esa cifra, principalmente por el aumento de la electricidad o el gas.
Y en la calle, a la desesperanza de quienes confiaron en poder recuperarse de la gestión proteccionista de su antecesora Cristina Fernández de Kichner se suman sus enfervorecidos opositores.
Muchos analistas aseguran que, sin embargo, las cosas no tienen por qué pasar a mayores.