Un año después del terremoto de magnitud 7,1 que azotó México, los rastros del desastre parecen inexistentes en la mayor parte de la megalópolis mexicana. Pero detrás de las imponentes construcciones que abundan en la ciudad se oculta una realidad más cruda. 365 días después de la catástrofe muchas familias siguen sin poder regresar a sus hogares.
En Tlalpan, al sur de la ciudad, más de un centenar de personas sigue viviendo en campamentos improvisados, al lado de lo que alguna vez fue el edificio 1C.
El 1C era parte de una unidad habitacional compuesta de diez edificios. Nueve de los inmuebles quedaron en pie, con daños de leves a graves, y solo uno se derrumbó. Unas 500 familias se quedaron sin hogar y nueve residentes perdieron la vida.
Tras el terremoto, las familias que vivían ahí se rehusaron a volver a sus departamentos por miedo a que colapsaran, al igual que el 1C.
A pesar de que la mayoría ha decidido mudarse con familiares, algunos se han instalado en tiendas de campaña y otros en casas de madera construidas por una asociación civil.
Sin embargo, las condiciones precarias de los campamentos han causado todavía más víctimas.
Hector Toledo, uno de los representantes, cuenta que este año 17 vecinos murieron. “Estaban enfermos y su estado empeoró”, lamentó.
Las fachadas del complejo están destruidas o quebradas y los escombros permanecen entre los edificios. Los primeros recates en el 1C los llevaron a cabo los propios vecinos. En total, se logró sacar a 18 personas con vida.
El terreno sobre el que se alzaba este bloque ahora está rodeado por un cerco de madera que lo aísla de los otros inmuebles. Un gran hoyo rectangular, inundado por agua de lluvia, descubre los viejos cimientos.
Francia Gutiérrez vivía en ese edificio. No tiene una explicación clara de porqué este bloque fue el único multifamiliar en derrumbarse.
Algunos creen que su posición, completamente perpendicular a la Calzada de Tlalpan, una importante arteria en el tránsito capitalino, pudo contribuir al desastre.
Otros evocan la forma de la construcción. "Era el edificio más alto y más esbelto", recuerda Francia.
Esta teoría es la más sólida. Según la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), un edificio que rebasa la relación de 2,5 entre el largo y el ancho debe considerarse irregular, y por consecuencia, “más vulnerable ante un movimiento telúrico".
En el 1C, "el largo de su base era nueve veces mayor que su ancho", ya que medía seis metros de ancho y 54 de largo. El ancho de los otros bloques alcanza los ocho metros.
Además, el mantenimiento oficial del complejo finalizó en 1982. Desde 2001, el Gobierno de la ciudad solo concedió un fondo económico para rehabilitar el edificio 1C, con un presupuesto de menos de 9.000 euros.
Guadalupe Padilla, de 60 años, todavía sigue esperando volver al apartamento en el que pasó tres décadas de su vida. Por el momento, ha estado viviendo en una choza de madera en un parque frente al bloque.
Hace unas tres semanas, la dirección del edificio le pidió que retirase el resto de sus pertenencias, sin darle más información sobre lo que la esperaba.
"No es justo que nos echen sin explicarnos nada", recrimina Guadalupe.
Padilla confesó que el Gobierno ha estado más preocupado en lanzar nuevos proyectos de desarrollo que en ocuparse de los residentes que quedaron sin hogar.
"Después de todo lo que pasó aquí, la mafia de la construcción comenzó", explicó la vecina, refiriéndose a la ola de empresas constructoras que, según ella, vinieron después del terremoto para reurbanizar el sitio.
Otras familias se niegan a abandonar sus hogares, incluso si están gravemente dañados, ya que temen ser desplazadas permanentemente.
En vez de escuchar los reclamos de los vecinos, las autoridades de la ciudad recortaron los presupuestos para los edificios y continuaron con la concesión de permisos de construcción, según MCCI.
Ignacio Melo, otro residente que vive en una pequeña choza de madera, sostuvo que había hablado con muchas autoridades, pero que nadie les escuchaba.
Estos casos son solo algunos de los cientos que existen en la capital. Muchas de las personas entrevistadas por Reuters dijeron que un año más tarde, todavía están esperando la ayuda prometida por el gobierno.
A pesar de los momentos difíciles, los 2.000 vecinos han hecho que el multifamiliar se convierta en un emblema de la lucha ciudadana, oponiéndose a las autoridades capitalinas que buscaban construir nuevos departamentos en los edificios para venderlos (y así contribuir en el gasto de la reconstrucción), y pretendían la concesión de créditos blandos.
Los vecinos comenzaron una firme resistencia a través de protestas y asambleas. Finalmente, en junio pasado y después de una larga lucha, han conseguido algo insólito en la capital: la reconstrucción y refuerzo de sus viviendas exclusivamente con fondos públicos. Sin embargo, el proceso ha sido lento.
A tan solo 15 minutos en coche, las autoridades han terminado de recoger los escombros del colegio Rebsamen, donde 19 niños y siete adultos perdieron la vida.
A principios de septiembre 2017, un sismo de 8.1 grados sacudió el sur de México, matando a unas 100 personas. Doce días después, el 19 de septiembre, en el aniversario del terremoto de 1985 que cobró decenas de miles de vidas, otro terremoto de 7.1 sacudió el centro del país, cobrando 370 vidas.
México es una de las regiones sísmicas más peligrosas del mundo.
Por el momento, investigadores, ingenieros y activistas afirman que las autoridades mexicanas todavía no aprenden del pasado.