Jean-Claude Juncker, Emmanuel Macron y Angela Merkel reciben en París al presidente chino Xi Jinping. Se muestran favorables a la cooperación comercial pero exigen una mayor "reciprocidad".
PUBLICIDADEuropa trata de cerrar filas ante el desembarco chino. Jean-Claude Juncker, Emmanuel Macron y Angela Merkel escenificaron este martes ante el presidente chino Xi Jinping la postura del núcleo duro de la Unión Europea ante las promesas de la nueva ruta de la Seda: unidad.
Reunidos en París, los líderes europeos mostraron al mandatario chino su apuesta por una mayor cooperacion y multilateralismo, pero con condiciones:
"Tenemos nuestras diferencias", reconocía Macron. "Obviamente, el ejercicio del poder a lo largo de la historia de la humanidad no está exento de rivalidades, no somos ingenuos. Pero respetamos a China y estamos comprometidos con el diálogo y la cooperación. Y por supuesto hemos escuchado de nuestros socios que ellos también respetan la unidad de la Unión Europea, y los valores que defiende para sí misma y para el resto del mundo", aseguraba el presidente francés.
Cooperación sí, sumisión no
Para Europa la palabra clave es "reciprocidad". Bruselas considera necesario un mayor acceso europeo a los mercados chinos para que la competencia comercial sea justa y beneficiosa para ambos:
"Me gustaría que la reciprocidad entre China y la Unión Europea fuera mejor de lo que es actualmente", explicaba Juncker. "Para ello será necesario que las empresas europeas encuentren el mismo grado de apertura con respecto al acceso al mercado chino que el que encuentran las empresas chinas en el mercado europeo".
El reciente acuerdo entre China e Italia, primer país del G7 que decide formar parte de la nueva ruta de la seda, obliga a mover ficha al resto de la Unión. El ambicios proyecto conecta un poco más al gigante chino con el resto del mundo, de lo cual Europa sabe que puede salir beneficiada. En cuestiones como el multilateralismo o cambio climático hay entendimiento con el gigante chino, pero es inevitable el temor a acabar dependiendo de un país cuyos brazos son cada vez más fuertes y largos.