Las penurias y el aislamiento de los ancianos rusos por el coronavirus

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Derechos de autor AP Photo/Alexander Zemlianichenko
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Resistencia en tiempos de coronavirus. Nina tiene más de 80 años. Vive en Moscú, el epicentro de la pandemia de COVID-19, en Rusia. Nina se niega a quedarse en casa.

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Resistencia en tiempos de coronavirus. Nina tiene más de 80 años. Vive en Moscú, el epicentro de la pandemia de COVID-19, en Rusia. Nina se niega a quedarse en casa.

"Los ancianos tienen que quedarse entre cuatro paredes la mayor parte del tiempo. Creo que no dejarnos salir es como una tortura", afirma Nina.

A diferencia de la veterana moscovita, muchas personas de edad avanzada en Rusia, tratan de permanecer aisladas. Voluntarios y los servicios sociales les ayudan durante el confinamiento.

"Aquí está el dinero. Por favor, ¡tráeme huevos!", indica a uno de los voluntarios una ciudadana rusa que permanece confinada en su domicilio.

Las personas mayores se enfrentan a varios problemas durante el confinamiento. Algunos ancianos no tienen tarjetas bancarias y no han podido recibir el dinero de sus pensiones porque los bancos estuvieron cerrados.

"La primera semana de cuarentena, las sucursales de los bancos, en numerosos lugares, no registraron ningún tipo de actividad de cara al público. Los ciudadanos se encontraron en una situación complicada. Simplemente, no tenían dinero para comprar alimentos", explica Oleg Sharipkov, director ejecutivo de la Fundación Unión Civil en Pensa.

Muchos ancianos no tienen ordenadores ni teléfonos móviles de última generación. Algunos no tienen parientes. Las fundaciones, los servicios sociales y los voluntarios se movilizan para ayudarles. Pero no es suficiente.

"Hablamos de toda una generación. Tenemos que asistir a muchísimas personas y, ahora mismo, no disponemos de recursos para hacerlo. Hay mucha gente de edad avanzada, muy vulnerable que está fuera del foco de acción de los servicios sociales y los voluntarios", añade Oleg Sharipkov.

Quienes ayudan a los ancianos confirman la grave situación que viven.

"Necesitan comida, que saquemos la basura... muchos están realmente asustados", relata Andrei, uno de los voluntarios que ayuda a los ancianos.

El rostro de muchos de ellos ante las noticias, refleja sus temores. María tiene que ocuparse de su madre porque sufrió un derrame cerebral y necesita cuidados. Pero también tiene que atender a sus propios hijos y no puede ir a vivir con su madre. De acuerdo con las medidas de confinamiento decretadas en Moscú, tiene derecho a visitarla, únicamente, dos veces por semana.

"Puede caerse en cualquier momento, y ya he realizado las dos visitas semanales que están permitidas. ¿Y qué puedo hacer si se cae? No cocina para sí misma. Tiene la mano derecha inutilizada. ¿Cómo no voy a ir a verla? Los voluntarios no tienen derecho a entrar en el domicilio. Dejan los productos a la puerta y ella ni siquiera puede llegar sola a la puerta", señala Maria Esakova.

Las cifras demuestran que las medidas de confinamiento adoptadas pueden salvar muchas vidas. Para las personas mayores, que viven solas, respetar la cuarentena es crucial. Como lo es el hecho de mantenerse a salvo. 

El Gobierno ruso ha apoyado económicamente a algunas organizaciones de voluntarios. Pero los críticos con la gestión gubernamental, consideran que no es suficiente.

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