La medida afecta a más de dos millones de personas, muchas de ellas en contra.
Francia instauró este lunes la obligación, para todos los trabajadores que estén en contacto con el público, de tener el controvertido pase sanitario. Una medida que afecta a casi dos millones de personas de los sectores del transporte, el comercio minorista, la restauración y la cultura.
En concreto, esto significa que, antes de que se le permita acceder al lugar de trabajo, el empleado en cuestión deberá presentar un certificado de vacunación o una prueba con resultado negativo. La cuestión no cuenta en absoluto con la aprobación unánime de los franceses.
"Estamos decididamente en contra", confirma Hichem Aktouche desde el sindicato Tiendas y Servicios del Sur. "En primer lugar, porque tendrá consecuencias muy peligrosas para los empleados. Podrían quedarse sin salario y posiblemente sin trabajo. Así que estamos luchando para mostrar nuestra desaprobación con este sistema, y especialmente con los peligros que conlleva la aplicación del pase sanitario en estas empresas", condena Aktouche.
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Restricción tras restricción
Para otros, la solución habría pasado por dar más tiempo a las empresas antes de imponer el pase, que añade una restricción adicional para unos sectores que llevan más de un año y medio peleando por sobrevivir.
"No lo aceptamos", dice Régis Fève, cocinero del restaurante Le Mesturet de París. "Es sólo una gota más de este vaso. Todavía se nos pide otro esfuerzo, aunque de todos modos, desde el comienzo de esta pandemia, hemos sido las víctimas de esta farsa".
Los opositores al pase sanitario siguen haciéndose oír sábado tras sábado, aunque nada indica que estas imposiciones vayan a cambiar.
Hasta la fecha, casi 43 millones de franceses han sido vacunados en su totalidad. El ritmo de las inyecciones se redujo considerablemente en agosto, lo que las autoridades achacan a las vacaciones de verano, esperando relanzar la campaña de vacunación con el fin de las mismas.