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Xi conduce a China a sus raíces socialistas con sus reformas

Xi conduce a China a sus raíces socialistas con sus reformas
Xi conduce a China a sus raíces socialistas con sus reformas Derechos de autor Thomson Reuters 2021
Derechos de autor Thomson Reuters 2021
Por Reuters
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Por Yew Lun Tian

PEKÍN, 9 sep - Cuando Xi Jinping tomó el mando del Partido Comunista a finales de 2012 proclamó que "solo el socialismo puede salvar a China". El eslogan pasó desapercibido en gran medida, al considerarse una reiteración mecánica de un lema anticuado que no debía tomarse literalmente en una economía moderna impulsada por el mercado.

Sin embargo, la radicalidad de las nuevas iniciativas estatales —desde las medidas contra las empresas de Internet, la educación con fines de lucro, los juegos en línea y los excesos del mercado inmobiliario, hasta la promulgación de una "prosperidad común"— muestra la seriedad de Xi a la hora de reconducir a China hacia sus raíces socialistas.

Tras eliminar en 2018 los límites de los mandatos, el líder más poderoso de China desde Mao Zedong está impulsando lo que algunos observadores describen como una "minirrevolución", frenando los excesos del capitalismo y desprendiéndose de las influencias culturales negativas de Occidente.

Este esfuerzo, que abarca desde los programas escolares —incluido el nuevo estudio obligatorio de la "Doctrina de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas"— hasta una regulación más estricta del sector inmobiliario y la restricción del entretenimiento considerado insano por el Gobierno, ha puesto nerviosos a los inversores y ha llevado a dirigentes y a medios de comunicación estatales a intentar calmar a los mercados.

El miércoles, por ejemplo, el estatal Diario del Pueblo trató de tranquilizar al sector privado asegurando que el apoyo "no había cambiado": las recientes medidas reguladoras pretendían "rectificar el orden del mercado", promover la competencia leal, proteger los derechos de los consumidores y "perfeccionar el sistema de economía de mercado socialista".

Sin embargo, la intención, según los observadores, es clara.

"Xi quiere abordar una cuestión muy contemporánea, el modo en que las reformas neoliberales han hecho que China sea mucho menos igualitaria, y recuperar el carácter de misión que dio forma a la primera China maoísta", dijo Rana Mitter, profesora de historia y política china en la Universidad de Oxford.

Esa desigualdad, así como la enorme riqueza y el poder acumulados por algunas industrias, amenazan con socavar la estabilidad social y, en última instancia, la legitimidad del partido si no se controla, según dijeron algunos analistas.

El momento de las reformas refleja la confianza en que China pueda resolver sus problemas a través de su propio sistema híbrido en lugar de seguir el modelo de Occidente, cuyas deficiencias —desde la gestión de la COVID-19 hasta el caos de las elecciones estadounidenses y la retirada de Afganistán— se describen repetidamente en China como prueba de la decadencia del sistema.

"El modelo de control estatal pareció servirle bien a China en la lucha contra el COVID", dijo Chen Daoyin, un comentarista político residente en Chile y que fue profesor asociado de la Universidad de Ciencias Políticas y Derecho de Shanghai.

Xi confía en lograr un equilibrio entre el Gobierno y los mercados, y entre el poder y el capital, según Chen.

"El peligro es que cuando el Estado no puede resistirse a extender su mano visible... crea imprevisibilidad y riesgo político para el capital", según Chen.

El mercado de Hong Kong, donde cotizan muchas de las empresas tecnológicas chinas objeto de la represión, ha perdido más de 600.000 millones de dólares en valor desde julio, castigando con nuevas regulaciones a los inversores, que escudriñan los viejos discursos en busca de pistas sobre lo que puede venir.

El populismo activista de Xi también demuestra su confianza en que puede permitirse alienar a las élites que no están de acuerdo con sus políticas para consolidar su candidatura a un tercer mandato de cinco años, aunque por otra parte no tiene mucha competencia ahora mismo.

Sin embargo, sus planes van más allá, según los analistas.

"Xi es un líder ambicioso con una gran visión que realmente quiere pasar a la historia como el hombre que salvó al partido e hizo fuerte a China", dijo Yang Chaohui, profesor de política en la Universidad de Pekín.

La Oficina de Información del Consejo de Estado de China no respondió inmediatamente a una solicitud de comentarios.

¿DON "ARREGLALOTODO"?

Bajo el mandado de Mao, las primeras iteraciones de la doctrina del partido aspiraban a liberar al pueblo de la explotación del capital, destruir la propiedad privada y derrotar al imperialismo estadounidense.

Deng Xiaoping, el sucesor de Mao, dio un giro pragmático, permitiendo que las fuerzas del mercado incentivaran la producción y desencadenando cuatro décadas de crecimiento vertiginoso que alimentaron la acumulación masiva de riqueza, pero también una profunda desigualdad.

Las reformas de este verano han sido posibles gracias a la consolidación del control de Xi desde que asumió el cargo: desencadenó una campaña masiva contra la corrupción, eliminó el espacio para la disidencia pública y reafirmó el poder del Partido Comunista —afirmándose él mismo en el "núcleo"— en todos los aspectos de la sociedad.

Con ese poder, Xi está abordando una serie de problemas sociales, desde la baja natalidad y la obsesión malsana por los logros educativos, hasta que los jóvenes adultos están tan estresados por la estresante competición profesional que prefieren abandonar la escuela y no hacer nada. Las nuevas normas frenan a los jóvenes que pasan demasiado tiempo con juegos en línea y demasiado dinero promocionando a sus ídolos.

"Xi se ha propuesto atajar los problemas que causan angustia a la gente común, como los oficiales corruptos y la brecha entre ricos y pobres", dijo Chen.

Aunque muchos chinos se muestran escépticos ante la posibilidad de que Pekín consiga que la gente tenga más bebés o haga más asequible la vivienda en las grandes ciudades, algunas de las medidas parecen ser populares: muchos padres acogen con satisfacción la reducción de la carga educativa y el nuevo límite de tiempo de tres horas a la semana para que los niños jueguen en internet.

"Defender a la gente común le da una posición moral para consolidar su autoridad dentro del partido y hace que sea difícil para sus oponentes políticos atacarlo. Después de todo, ¿quién puede estar en contra de la igualdad social?"

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