Los ucranianos de Mariúpol se han refugiado en un gimnasio para protegerse de los combates. Muchos van con niños pequeños. Ervand Tovmasyan, voluntario local, es uno de ellos.
"Espero que Dios no permita que impacten misiles. Por eso nos hemos refugiado aquí", dice.
Los habitantes de la ciudad han traído comida y otras provisiones para las personas que se quedan en el albergue, donde faltan agua potable, alimentos y gasolina para los generadores.
Muchas personas recuerdan los bombardeos de 2014, cuando los separatistas prorusos tomaron la ciudad.
"Ahora pasa lo mismo, pero tenemos hijos", nos cuenta Anna Delina, que huyó de Donetsk ese año.
A pesar de las circunstancias, la gente intenta ser optimista con respecto a una posible solución pacífica al conflicto.
"Me siento y rezo para que las negociaciones terminen con éxito, para que lleguen a un acuerdo que ponga fin a la masacre y no haya más guerra".
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