"Con este curso, si ocurre alguna tragedia ustedes podrán sobrevivir", dice el profesor a una decena de alumnos. Son en su mayoría madres solteras que aprenden a nadar para cruzar el peligroso río entre México y Estados Unidos. Cada año cientos de migrantes mueren ahogados intentándolo.
Nunca es tarde para aprender a nadar. Es la frase que mantiene motivados a muchos nicaraguenses estos días. Pero no es la única motivación que los hace continuar las clases de natación. Es el deseo de migrar a Estados Unidos.
Cruzarán toda Centroamérica hasta llegar a México, allí esperan enfrentar las fuertes corrientes del río Bravo, el último obstáculo que los separa de la promesa de una nueva vida. En estas clases aprenden también técnicas de sobrevivencia y primeros auxilios. Darling Molina espera migrar con su hija próximamente.
"Estamos próximas a un viaje, mi hija y yo. Entonces, por eso hemos decidido tener un poquito de conocimiento (...) Te encuentras en el agua , estás en peligro al no tener un conocimiento de cómo podernos defender", cuenta Molina, de 38 años.
Tras estirarse y correr alrededor de la piscina, una decena de alumnos aprende técnicas de nado, a flotar y sumergirse. "Las clases de natación me han ayudado a perder bastante el miedo", reconoce Martha Martínez, de 42 años, quien se prepara para ir a "probar suerte a Estados Unidos".
La crisis política y económica que atraviesa Nicaragua empuja a decenas de miles a la migración irregular. Esa desesperación se cobra la vida de cientos de personas cada año. No solo está el río Bravo en la frontera entre México y Estados Unidos, sino también las mafias y las temperaturas extremas.
"Tenemos que enfrentar un gran obstáculo, el río Bravo. Han habido muchos ahogados (...) Me da miedo, desde que uno sale de su pueblo va arriesgando todo", admite Wilmer Sánchez, de 36 años, quien migra por la "difícil" situación económica.
Los cuerpos de los migrantes son repatriados por los traficantes de personas, los coyotes. Un negocio oscuro que cuesta miles de dólares a los familiares que quedan atrás en sus países de origen.
Ese fue el caso de la familia de Gabriela Espinoza, de 32 años, quien partió de Nicaragua el 25 de febrero y se ahogó en el río. Un pescador la rescató y trataron de resucitarla, pero ya era tarde. Su madre, María Pérez, de 71 años, le había pedido que no se fuera. Ahora necesitan más de 5 000 dólares para repatriarla. Todo por "un condenado sueño americano que fue a buscar".
Según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, casi de 112 000 nicaragüenses han sido detenidos en su frontera sur entre enero de 2021 y febrero de 2022.