Los Gobiernos europeos ya han advertido a sus ciudadanos lo difícil que podría ser el próximo invierno debido a la crisis energética.
Guerra en Ucrania, sanciones económicas, inflación galopante, chantaje energético y sequía extrema... Europa busca soluciones para protegerse de la tormenta perfecta que se cierne sobre los precios de la energía. Los Gobiernos ya han advertido a sus ciudadanos lo duro que podría ser el próximo invierno.
El ministro de Industria de República Checa, que ostenta la presidencia de turno de la UE, ha convocado una cumbre extraordinaria de los Veintisiete para abordar la situación lo antes posible.
La situación es paradigmática en las dos principales economías europeas.
En el caso de Francia, país altamente dependiente de la energía nuclear. La parada de numerosos reactores por necesidades de mantenimiento disparó el coste del megavatio-hora hasta los 900 euros en el mercado, diez veces más que hace un año.
En Alemania, muy dependiente del gas ruso. Los continuos cortes de suministro por parte de Gazprom y el cierre previsto del gasoducto Nordstream -el 31 de agosto- dibujan un panorama bastante complejo.
Por si no fuera poco, las energías renovables han sufrido las consecuencias de uno de los veranos más calurosos y secos que se recuerdan. Los ríos están casi vacios y sin energía para mover las centrales hidroeléctricas a pleno rendimiento. El bajo nivel de agua tampoco permite a los buques transportar combustibles, como el carbón. El viento, por su parte, ha sido el gran ausente durante las sucesivas olas de calor que han sacudido el continente.