El pontífice recalca que no es un acto de proselitismo, sino una muestra del compromiso social de la Iglesia católica.
La visita de cuatro días del Papa Francisco a Mongolia ha concluido con la inauguración de la "Casa de la Misericordia" en Ulán Bator, un centro de caridad dedicado a los más necesitados, víctimas de violencia y migrantes.
El pontífice aseguró que la Iglesia católica "se distingue en el mundo por su gran compromiso en obras de promoción social, no hace todo esto por proselitismo".
Su viaje a una de las comunidades católicas más pequeñas y nuevas del mundo, compuesta por solo1450 en todo el país, ha puesto de relieve la tradición de tolerancia de Mongolia, principalmente budista, en una región donde las relaciones de la Santa Sede con las vecinas China y Rusia son a menudo tensas.
El tenor de la visita de Francisco ha sido el de la armonía religiosa y el de evitar el fundamentalismo ideológico que fomenta la violencia.
Teniendo en cuenta que China es el principal socio exportador de Mongolia, el Papa no ha criticado las políticas lingüísticas y culturales represivas de Pekín. Francisco también ha evitado en gran medida enemistarse con Pekín, al reunirse con el popular líder tibetano de 88 años, el Dalai Lama, a quien China tacha de peligroso separatista...
El pontífice abandona el pequeño país asiático habiendo iluminado a la pequeña comunidad católica de Mongolia, al tiempo que asegura a China que no hay nada que temer de la Iglesia católica, porque no tiene ninguna agenda política.