Las gafas Dior de los 80 que Pedro Sánchez lució en la comisión del Senado por el caso Koldo se han convertido en tema viral. Más allá de su precio de 250 euros, expertos en comunicación no verbal revelan cómo este accesorio formó parte de una estrategia comunicativa calculada.
La aparición de Pedro Sánchez en la comisión de investigación del caso Koldo en el Senado contó con un protagonista inesperado: unas gafas de montura de pasta marrón oscuro de estética claramente ochentera.
El presidente aclaró el misterio compartiendo en X un enlace de Gafas Vintage, la óptica madrileña donde las adquirió hace cinco años. Se trata de unas Dior Monsieur vintage, fabricadas en Alemania, con un precio aproximado de 250 euros que, según el establecimiento, "se mantienen como nuevas".
La elección no fue casual desde el punto de vista estético. Con un rostro de líneas rectas y ángulos marcados, Sánchez optó por un término medio entre lo rectangular y lo redondeado. Una montura rectangular habría resultado redundante con sus rasgos faciales, mientras que unas gafas redondas le habrían dado un aspecto exageradamente erudito.
Al mismo tiempo, una montura más delgada o metálica le habría envejecido. Este modelo, a medio camino entre el arquetipo aviador y las siluetas retro, representa una declaración de estilo para un presidente que ya ha demostrado atreverse con trajes entallados en tonos de azul vivo.
El lenguaje oculto detrás de cada gesto
Más allá de la estética, la experta en comunicación no verbal Virginia Vargas Molinero ha analizado en 'Onda Cero' cómo Sánchez utilizó las gafas como herramienta estratégica durante su comparecencia. El presidente las manipuló constantemente: las subía y bajaba del puente de la nariz, las sostenía mientras hablaba o se las quitaba para establecer contacto visual directo.
Según Vargas, Sánchez tiende a usar mucho las manos en sus intervenciones, y en esta ocasión las gafas actuaron como "un ancla" para canalizar esa energía y proyectar control. Cuando las subía y bajaba por el puente de la nariz, buscaba el contacto ocular y ganaba segundos para calibrar la respuesta de sus interlocutores. Al quitárselas para responder tras leer la documentación, eliminaba la barrera visual y proyectaba autoridad mediante la mirada directa.
Pero quizá lo más relevante fue el efecto de distracción. Las gafas se convirtieron en el foco de atención: "La audiencia seguía su mano, no su rostro, y eso puede haber reducido la percepción de posibles microexpresiones de incomodidad o desagrado", explica la especialista. En un día especialmente complicado para su imagen política, el presidente no dejó nada al azar.
El simple gesto de ponerse y quitarse las gafas para leer denota respetabilidad y plena atención, similar a cuando figuras públicas eligen trajes clásicos para acudir a un juzgado. El uso de las gafas no solo formaba parte de su imagen, sino de una estrategia comunicativa meticulosamente planificada. Y según parece, ha surtido efecto, pues se ha logrado que muchos hablen de las gafas en lugar de la comparecencia de un presidente del Gobierno por un presunto caso de corrupción que vincularía al PSOE.
 
     
     
     
     
             
             
             
             
             
             
            