El suicidio pactado entre las estrellas de los 60 y 70 ha sacado a la palestra un antiguo debate entre la libertad de elección y las consecuencias éticas de este tipo de decisiones.
La eutanasia está prohibida en Alemania, con dos excepciones. En este país se permite la interrupción de las medidas de soporte vital siempre que así lo solicite el paciente, así como un suicidio asistido si se receta un tratamiento que podría acortar la vida. Esta medida está exenta de castigo siempre que la persona afectada siga siendo capaz de tomar una decisión y esté tomando su medicación por sí misma.
El suicidio asistido solo es impune desde 2020, cuando el Tribunal Constitucional Federal declaró nula la prohibición del suicidio asistido. El TC subrayó que el derecho a morir dignamente también incluye el uso de la asistencia voluntaria de terceros, independientemente de la enfermedad. Desde la sentencia, cada vez más personas ponen fin a su vida en presencia de un médico. En 2024 se han producido alrededor de 1.200 en toda Alemania.
Los expertos piden normas más precisas
El exministro de Sanidad, Karl Lauterbach, se ha pronunciado al respecto. Aunque está fundamentalmente a favor del suicidio asistido, la situación legal actual conduce a situaciones éticamente inaceptables, según explica el político del SPD al diario 'Rheinische Post'.
Entre otras cosas, no hay suficiente protección para las personas que optan por esta vía y que padezcan enfermedades mentales que podrían limitar su capacidad de decisión. "Hay que evitar que el dinero o las enfermedades mentales influyan en la libre decisión", expresa el político.
La Fundación Alemana para la Protección del Paciente también criticó la sentencia de Karlsruhe en 2020 y, por tanto, la situación jurídica actual. Su presidente, Eugen Brysch, advirtió de que los suicidios organizados y de fácil acceso podrían desestabilizar a la sociedad. Además, argumentan, no existen criterios fiables para establecer sin lugar a dudas la autonomía de una decisión, y no puede descartarse la presión de terceros. Por lo tanto, las acciones de los asistentes individuales a la eutanasia deben ser objeto de un mayor control penal.
La DGHS, en el centro de las críticas
Estas normas autoimpuestas también se aplican a la Sociedad Alemana para la Muerte Humanitaria (DGHS). Esta apoya a sus miembros en la elaboración y aplicación de testamentos vitales y en la organización del suicidio asistido. La DGHS basa su trabajo en la sentencia del Tribunal Constitucional Federal de 2020.
La asociación está ahora en el centro del debate actual: las dos conocidas deportistas, las gemelas Kessler -que en su día triunfaron internacionalmente como cantantes y bailarinas- pusieron fin a sus vidas de forma autodeterminada el 17 de noviembre de 2025 con la ayuda del suicidio asistido, organizado a través de la DGHS.
Alice y Ellen Kessler se hicieron famosas como cantantes, bailarinas y actrices y se labraron un nombre a nivel internacional. Las dos nacieron en Nerchau, Sajonia, durante la Alemania nazi, y entusiasmaron a grandes audiencias italogermanas en los programas televisivos de variedades de los años 50 y 60.
Según la DGHS, el proceso comienza con una entrevista inicial realizada por un abogado concertado por la organización, preferiblemente en presencia de familiares. Se examinan los motivos, las circunstancias personales y, sobre todo, el carácter voluntario del deseo de suicidio.
A continuación se celebra una segunda consulta con un médico en la que se analizan alternativas médicas, en particular las opciones de cuidados paliativos. Si en ambas conversaciones se demuestra que se cumplen los requisitos legales, se fija una fecha para el suicidio asistido. Durante el procedimiento siempre están presentes un asesor médico y otro jurídico; los familiares pueden asistir si lo desean.
Según la DGHS, las normas de seguridad incluyen un procedimiento de al menos seis meses, una solicitud por escrito y una revisión de los documentos médicos por un médico y un abogado. En ambas entrevistas se vuelve a aclarar y documentar la responsabilidad del paciente.
El caso de una activista proeutanasia causa revuelo
Sin embargo, la asociación saltó a los titulares hace apenas unas semanas. En mayo de 2025, el conocido activista Florian Willet se suicidó con el apoyo de la DGHS. Sin embargo, según una investigación de 'Der Spiegel', al parecer la organización incumplió sus propias normas de seguridad: Willet sólo llevaba afiliado unos dos meses en el momento de su muerte, aunque en realidad se estipula un periodo de espera de seis meses. Además, la entrevista inicial obligatoria no tuvo lugar en persona, sino por vídeollamada.
Según el 'Spiegel_',_ sus informes médicos también indican importantes problemas de salud mental. Un especialista médico documentó indicios de pensamientos paranoides y delirios; Willet recibió una medicación que suele utilizarse para la esquizofrenia. En estos casos, el suicidio asistido sólo está permitido legalmente bajo estrictas condiciones, que claramente no se cumplían en el caso de la DGHS.
En octubre, poco después de que salieran a la luz las acusaciones, el presidente de la DGHS, Robert Roßbruch, presentó su dimisión al comité ejecutivo. También hizo una declaración pública: en una entrevista en la página web de la DGHS, afirmó que "cada error es demasiado costoso". Sin embargo, la entrevista fue retirada a los pocos días.
Cáritas advierte contra la romantización del suicidio asistido
Además de las preocupaciones legales que rodean la regulación de este asunto, también hay advertencias sobre cómo la sociedad trata el tema. Especialmente en el caso de las gemelas Kessler, la ONG católica Caritas teme una romantización del suicidio asistido.
La mediatización de los suicidios provoca siempre que este tipo de muertes aumenten, un fenómeno conocido como efecto Werther, afirma la asociación en un comunicado de prensa. Así ocurrió, por ejemplo, en la Alemania romántica del siglo XIX con muchos jóvenes de la época. Según la presidenta Eva Welskop-Deffaa, esto suele afectar a las mujeres mayores: a menudo se sienten responsables y no quieren ser una carga para nadie.