Desde 1994 un Papa no celebraba la misa el día de Navidad, habitualmente encomendada a un cardenal. En la homilía de León XIV hubo un recuerdo para Gaza y se repudió la guerra. El Santo Pontífice ofreció la esperada bendición Urbi et Orbi.
Tras celebrar la misa de Navidad y saludar a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro a bordo del papamóvil, León XIV se asomó a la Logia de la Bendición-la misma desde la que Prevost se presentó al mundo como sucesor de Francisco el 8 de mayo- para extender la tradicional bendición 'Urbi et Orbi' ("A la ciudad [de Roma] y al mundo").
"Quien no ama, no se salva", ha sido uno de los pasajes más significativos del mensaje del Papa. A las 10:00 de este 25 de diciembre, el Pontífice había entrado en procesión en la Basílica de San Pedro. Hacía 31 años que un Papa no celebraba misa en este día: la última vez fue bajo el pontificado de Juan Pablo II, en 1994.
En efecto, desde Pablo VI, Santo Pontífice entre 1963 y 1978, los obispos de Roma siempre han optado por confiar esta celebración a un cardenal, reservándose únicamente la bendición 'Urbi et Orbi' a mediodía.
Las palabras del Papa por la paz
Con la Navidad, aunque nadie parezca creerlo, "la paz existe y está ya entre nosotros" ha dicho el Santo Padre.
"Hoy, pues, no sólo nos sorprende la paz que ya está aquí, sino que celebramos cómo se nos ha hecho este don. En el cómo, en efecto, brilla la diferencia divina que nos hace estallar en cantos de alegría. Así, en todo el mundo, la Navidad es por excelencia una fiesta de música y de cantos", añadió el Pontífice.
"Tantos hermanos y hermanas no tienen palabra despojados de su dignidad y reducidos al silencio", continuó el Papa. "La carne humana clama cuidados, invoca acogida y reconocimiento, busca manos capaces de ternura y mentes dispuestas a la atención".
Gaza y el sinsentido de la guerra
Las heridas de la humanidad que sufre la guerra centraron la homilía de la misa del día de Navidad celebrada por León XIV en San Pedro. Citando un pasaje del Papa Francisco, León XIV advirtió a los fieles contra la "tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor", instándoles, en cambio, a tocar la "carne sufriente de los demás".
"¿Cómo no pensar en las tiendas de Gaza, expuestas durante semanas a la lluvia, al viento y al frío, y en las de tantos otros refugiados y desplazados en todos los continentes?", se preguntó el Papa.
La homilía tocó explícitamente el tema de la guerra y la manipulación de las conciencias, calificando de frágiles "las mentes y las vidas de los jóvenes obligados a empuñar las armas, que precisamente en el frente sienten el sinsentido de lo que se les exige y las mentiras con las que están impregnados los discursos grandilocuentes de quienes los envían a morir".
Para León XIV, la verdadera paz no es un concepto abstracto ni un equilibrio de fuerzas, sino un acontecimiento interior y social que brota de la empatía: "Cuando la fragilidad del otro penetra en nuestro corazón, cuando el dolor del otro hace añicos nuestras graníticas certezas, entonces ya comienza la paz". Ésta, añadió, "nace de un lamento acogido, de un grito escuchado: nace entre ruinas que invocan nuevas solidaridades".
"La Iglesia no sirve a los matones, sino a los buenos"
"La Navidad llama a una Iglesia misionera, impulsándola por los caminos que la palabra de Dios le ha trazado. No servimos a una palabra prepotente -ya la oímos por todas partes-, sino a una presencia que suscita el bien, conoce su eficacia, no reclama su monopolio. Este es el camino de la misión: un camino hacia el otro".
"En Dios, cada palabra es una palabra dirigida, es una invitación a la conversación, una palabra que nunca es la misma. Es la renovación que promovió el Concilio Vaticano II y que sólo veremos florecer caminando junto a toda la humanidad, nunca separándonos de ella. Mundano es lo contrario: tener a uno mismo como centro", sentenció León XIV.