La velocidad de la recuperación del atún rojo del Atlántico en Europa sorprendió hasta a los científicos que la controlaban. Una vez implementados los controles adecuados, las poblaciones se recuperaron más rápido de lo que nadie esperaba.
Tristan Rouyer lidera proyectos de la UE que rastrean el atún rojo en el Mediterráneo a través de etiquetas electrónicas y estudios aéreos. Su investigación ayuda a establecer cuotas de pesca y otras normas que han logrado que la especie pase de ser una advertencia andante sobre la sobrepesca a una historia de éxito sobre la gestión sostenible.
La crisis del atún de los 90 y principios de los 2000 parecía abrumadora. «En ese momento pescábamos atún rojo de todos los tamaños y en prácticamente toda su área de distribución», explica Rouyer. "No se seguía el consejo científico, no se aplicaba ninguna norma, así que la población estaba en muy mal estado".
Rouyer no llega a hablar de "extinción", pues señala que el atún se reproduce demasiado rápido como para desaparecer por completo. "No se puede llevar literalmente a la extinción una población de atún que se reproduce tan rápido. Esto lo comprobamos con lo que ocurrió después".
El cambio de rumbo se produjo con el plan de recuperación plurianual de la CICAA de 2007. "Este plan, a través de varias medidas, reducía las capturas en general. Pero lo más importante es que se implementó un control verdaderamente drástico y todos los barcos que pescaban atún rojo estaban sujetos a él tanto en el mar como en el desembarque".
Los resultados llegaron rápidamente. "Enseguida nos percatamos de los primeros efectos en las evaluaciones de las poblaciones de 2012. Más tarde, en 2014, vimos que la población se recuperaba a una velocidad vertiginosa", añade Rouyer. Las estimaciones de biomasa, que son un gran indicador para nosotros, pues representan la cifra estimada de peces reproductores en el agua, se disparó".
Hoy día, la pesca del atún se lleva a cabo en un contexto completamente diferente al de los 90. Sobre todo la pesca industrial a gran escala, que ahora se centra en peces más grandes para satisfacer la demanda del mercado. "Ya apenas explotamos peces de menos de cinco o seis años. Los peces pequeños que antes cogíamos, que pesaban 10, 20 o 30 kilos, los dejamos que crezcan y los pescamos más tarde, cuando pesan 200 o 300. Porque lo que interesa en el mercado no son los peces pequeños sino, sobre todo, los grandes".
Este cambio de la cantidad a la calidad ha demostrado ser económicamente viable y sostenible con el medio ambiente, por lo que brinda esperanza para recuperaciones similares en todo el mundo.