Heridas abiertas en el País Vasco

Heridas abiertas en el País Vasco
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Por Euronews
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El cese definitivo de la lucha armada, anunciado por ETA, ha sido recibido con una mezcla de ilusión y escepticismo en el País Vasco.

Durante décadas, el miedo y la desconfianza han marcado el pulso de las calles vascas.

Tras medio siglo de existencia, ETA deja tras de sí una sociedad dividida pero condenada a convivir en los mismos pueblos y ciudades.

Tras el comunicado del pasado 20 de octubre, la atención se dirige ahora hacia el futuro de los presos de ETA.

Sus familiares exigen el fin de la ley de dispersión que les ha repartido por las cárceles de todo el país.

Sus víctimas reclaman memoria, dignidad y el cumplimiento íntegro de las penas.

Recogemos el testimonio de tres mujeres vascas cuyas vidas han quedado marcadas por ETA.

Cristina Sagarzazu

ETA mató a su marido con un coche bomba en 1996. Montxo Doral era miembro de la Ertzaintza, la policía autónoma vasca acusada de traidora por el entorno de ETA.

Cristina se quedó viuda con tres hijos a su cargo. Una noche escuchó cómo los manifestantes de la izquierda abertzale gritaban aún más fuerte cuando pasaban por su casa. Esa noche decidió mudarse.

Nacionalista desde joven, no se ha inscrito en ninguna asociación de víctimas porque considera que todas están politizadas.

“Bufff.. Es que no sé… Después de 15 años casada con él. Era inteligente, era 4 años más joven que yo. Yo creo que lo que más me atrajo de él fue eso; que era un tio inteligente. Era una buena persona”, asegura al recordar a su marido.

“Yo oí una explosión. Vi pasar un coche y pensé: ese coche es como el de Montxo… En el fondo ya sabes que posiblemente sea el de Montxo. Entonces bajé con el chaval en brazos. Bajé la cuesta y me acerqué donde estaba el coche. Y estaba allí con los ojos cerrados, me pareció que había una gotita de sangre en la cara. Tampoco miré más”, recuerda.

Cristina resume así el efecto que ha tenido el comunicado de ETA en el País Vasco: “Los unos sacan a los presos. Los otros ponen en primera línea a las víctimas. Y entonces ahora estamos jugando el partido de a ver quién gana: presos o víctimas. El otro día por tantear un poco le pregunté a mi hijo menor que tiene 17 años: oye ¿y si ponen en la calle a todos los presos? Y me dijo: ¿hasta a los que han matado? Sí, respondí. Su respuesta fue: no. Claro, cómo le digo ahora: esos han matado, pero da igual. Van a salir a la calle. No creo que sea la manera de cerrar heridas. Cuento con mi despiste habitual para no verles por la calle porque sinceramente no sé lo que haré. No creo que haga nada, tampoco he sido especialmente valiente nunca. Pero acabarán saliendo. La cuestión es cómo. Cómo vayan a salir”

Cristina no tiene muy claro el significado de la palabra reconciliación en el País Vasco. “Con convivir vamos bien. Me parece que ya sería suficiente convivir”, concluye con cierta ironía.

Arantxa Otaegi

Arantxa vive en Errentería, bastión de la izquierda abertzale, donde siempre se ha sentido apoyada.

Su hijo fue detenido en 1999 en Francia por pertenecer a ETA. Condenado por el atentado frustrado contra un funcionario de prisiones, Aitzol Gogorza fue trasladado a la cárcel de Sevilla, a unos 900 kilómetros del País Vasco, donde cumple una pena de 20 años.

“No era de los que hacía pintadas y así pero bueno… Te enteras cuando se va porque no hay otro remedio. Pero yo ya me daba cuenta de algo, de que tiraba mucho a un lado”, recuerda. “El día que se marchó nos dijo que lo que no podíamos permitir es que unos pocos lo dieran todo y otros no dieran nada. Que esto no iba a durar cien años más y que bueno que se tenía que ir y se marchó”.

Arantxa supo de la detención de su hijo a través de la radio. “Fíjate que descansas. No quieres ni una cosa ni otra pero descansas cuando les detienen. No quieres que estén en la cárcel, pero tampoco que les pase nada cuando andan por ahí. Y sabes que andan mal porque no tienen a veces dónde meterse ni donde dormir”.

Cada viernes Arantxa, o algún otro miembro de la familia, viaja a Sevilla para visitar a Aitzol. “¿Cómo me preparo? Desde la víspera estoy muy nerviosa preparándolo todo: que si el bocadillo para el camino… Primero vamos de aquí a Donosti. Salimos a las 16:45 el viernes. Vamos a Donosti, si hace falta a Iziar, Zumaia, Durango… Ponen las literas y nos echamos a dormir. Llegamos a las 6 de la mañana a Sevilla. A Aitzol le puedo ver 40 minutos”.

Arantxa cree que la petición de perdón no le corresponde únicamente a ETA. “A mí me dan pena todos los muertos; las víctimas y las familias. Pero nosotros también tenemos muertos de nuestro lado y de las víctimas de nuestro lado no se acuerda nadie. ¿Que hay que pedir perdón? Bueno, pues si tenemos que pedir perdón primero que nos lo pidan a nosotros por lo que nos han hecho. Y tendrá que ser… Digo yo que tendrá que ser la convivencia… ¿Han pasado cosas? Pero yo no tengo nada con nadie ni contra nadie. Se tendrán que hacer medianamente bien las cosas porque sino desde que llevamos con este enfrentamiento…”.

Pilar Elías

Un comando de ETA mató a su marido en 1980. Todos los etarras implicados en el atentado eran vecinos de su pueblo, Azkoitia.

Tras el asesinato de Ramón Baglietto, concejal de Unión de Centro Democrático, Pilar se afilió al Partido Popular y durante años ha sido concejal en el ayuntamiento.

Hablamos con ella en la casa de su hijo, en Zarautz. No quiere ser grabada en la calle donde se siente señalada.

Vive con escolta desde hace 14 años. Escapó de un atentado con paquete bomba. Y ha tenido que ver cómo uno de los asesinos de su marido, Kándido Aspiazu, era homenajeado en Azkoitia al salir de prisión y cómo abría una cristalería justo debajo de su casa.

“Pues efectivamente, Kándido compró la cristalería, el asesino de mi marido. Y mi pregunta todavía es: ¿con qué intención? Porque ese señor era un montador de cocinas y de la noche a la mañana se convirtió en cristalero. Pero luego yo también he sido prudente porque cuando hay reuniones de las escaleras ellos también tienen que asistir. Yo siempre he dicho: nunca voy a asistir a las reuniones”, relata.

“Matar no nos matarán pero mediáticamente nos van a hacer un daño… En Azkoitia, si vieras tú la cara que me ponen… Antes sí, te miraban, pero es que ahora van con todo descaro. Hombre ellos tienen la sartén por el mango ahora. Ellos son los que mandan en el pueblo. Ellos son los que mandan en el ayuntamiento. Todos lo años de la partida de los presupuestos sacan el dinero para ir a visitar a los sinvergüenzas asesinos esos. !Van a visitar a los hijos con dinero nuestro! Y nosotros ¿qué? Mis hijos se han quedado huérfanos y mis nietos sin poder conocer a su aitite. Por favor…”, exclama indignada.

“A ver si por una vez… A ver si conseguimos vivir en paz todos. Lo veo… Igual en unos cuantos años pero a ver si se consigue. Es lo que todos queremos. Todos queremos vivir en paz”, concluye.

Tras las elecciones del próximo 20 de noviembre, el futuro gobierno español le corresponderá tomar posiciones en temas como el desarme de ETA o el futuro de sus presos.

La reconciliación, sin embargo, podría tardar varias generaciones.

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