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La extensión del racismo amenaza a Turquía por la afluencia de refugiados sirios

La extensión del racismo amenaza a Turquía por la afluencia de refugiados sirios
Derechos de autor 
Por Oscar Valero
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Bassam Alhamdow era empleado de aduanas en Siria. Cayó en manos del grupo yihadista de Estado Islámico (entonces de Irak y Levante) mientras trataba de escapar del régimen de Al Asad. Estuvo bajo su custodia durante cinco meses. Tras ser liberado se asentó en Gaziantep, en el sur de Turquía, y abrió una panadería. Ahora alimenta a decenas de refugiados sirios. “Mi situación en Siria era ligeramente mejor que la de otros. Trabajaba en la aduana. Ahora más de 100.000 refugiados de los campamentos comen pan de nuestra panadería”.

Las historias de éxito como esta son una minoría entre los refugiados sirios que han llegado al país. Más de un millón, según ACNUR; muchos más según Turquía. En ciudades como la de Gaziantep la tensión entre turcos y sirios crece sin parar. Gran parte de estos últimos viven en edificios abandonados, en condiciones mucho peores que en su lugar de origen.

“Vivimos en muy malas condiciones. Estábamos mejor en Siria. Pero cuando los soldado empezaron los bombardeos no pudimos quedarnos”, se lamenta Fatma Asys, una de tantas que vive entre ruinas.

Los campamentos habilitados para acoger a los que escapan de la guerra apenas dan abasto. En los 24 construidos a lo largo del país alrededor de 300.000 sirios han encontrado un lugar, pero son muchos más los que se quedan fuera.

Los problemas que se encuentran los refugiados fuera de esos recintos cerrados y asegurados son numerosos. El Gobierno les deniega el permiso de trabajo, con lo que viven de la mendicidad y de trabajos remunerados en negro. Esto a su vez solivianta a la población local, sobre todo en el sureste, donde hay más refugiados y se les acusa de robar el trabajo y de hacer bajar los salarios.

En Gaziantep organizaciones internacionales tratan de abastecer a los asilados aunque a un ritmo mucho menor del necesario por falta de recursos. Pueden asistir a unas 250 personas al día.

No faltan quienes utilizan el limbo legal de los nuevos habitantes para hacer caja. Algunos dueños de edificios colocan ilegalmente contenedores en el tejado y los alquilan como viviendas a los sirios que pueden pagar el alquiler.

Una escena que se repite desde Estambul a Gaziantep es la de los sirios que viven directamente en la calle. Los que no encuentran sitio en el este tratan de encontrar su lugar más al oeste o en las grandes ciudades .

Para los que se quedan en el este se abren escuelas privadas a cargo de sirios más potentados para que los niños tengan clases de preescolar y aprendan inglés. Pero solamente las familias con más recusos pueden acceder a ellas.

El Gobierno de Turquía se ha gastado cientos de millones de euros para suplir las necesidades, pero esta contribución se queda corta incluso si se suma la ayuda internacional.

Además de las protestas por la competencia desleal en el mercado laboral, la población se queja de que los precios se han incrementado un 200% por el contrabando de productos sirios a través de la frontera.

Además de múltiples manifestaciones, el mensaje de odio hacia el poblador sirio crece sin parar. Un virutento antisirio decía a euronews: “Los sirios vienen a nuestra casa y no se marchan. Y a veces nos atacan con navajas y pistolas. Mucha gente ha sufrido su violencia. Se ha incrementado la tasa de criminalidad y de acoso sexual. Cogen nuestro dinero y amenazan nuestra vida. Vemos que acosan a nuestras mujeres en las calles. ¿Cuánto más tenemos que aguantar?”. Aunque no faltan tampoco los que les defienden: “Nos da mucha pena esta tragedia en nuestro oaís. No solamente el Gobierno sino los turcos tenemos que ayudarles. Creo que el Gobierno lo está haciendo bien. Tenemos que ser más tolerantes con los sirios”, decía otro habitante local.

Pero los casos de agresiones a refugiados se multiplican. El vandalismo contra coches con matrícula siria se ha hecho habitual. También son objeto de esta rabia las tiendas con carteles en árabe. En general contra cualquiera que hable árabe como sospechoso de ser sirio.

Bezen Coskun, experta en Oriente Medio dice que el Gobierno podría reducir la tensión informando a los habitantes locales con transparencia sobre el tema de los refugiados. Si no lo hace se podrían producir serias consecuencias.

En Ganziantep el Gobierno ha abierto dos centros de registro para los sirios y se afana en acelerar el proceso. Hasta 500 refugiados se incriben cada día en la ciudad. Todo ello para, asegura Ankara, controlar el incremento de la criminalidad: robos, mendicidad y prostitución.

La situación podría afectar a las elecciones presidenciales. Muchos piensan que el flujo de inmigrantes está fuera de control y culpan al Gobierno de Erdogan, que es a la sazón candidato en los comicios.
La alcaldesa Ganziantep, y exministra de Asuntos Sociales en el gabinete del primer ministro, dice que se están dando los pasos necesarios para evitar una explosión social aunque puntualiza: “El mercado de trabajo se debe reformar y nuestras tiendas y empresas locales deben ser protegidas. El Gobierno trabaja en una nueva legislación sobre inmigración. También hemos ordenado la construcción de un nuevo campo de refugiados, que se construirá en el distrito de Islahiye”, desgrana.

Para Turquía el problema está destinado a permanecer por la continuación de la guerra en Siria y por el ascenso de otro conflicto que parecía apagado y que resurge a la puerta de su casa: el de Irak.

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