Atentado contra Charlie Hebdo: París conmocionado, pero la vida continúa

Atentado contra Charlie Hebdo: París conmocionado, pero la vida continúa
Por Rafael Cereceda
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Los asesinos de los periodistas de la revista satírica Charlie Hebdo siguen huídos pero los parisinos continúan con su actividad cotidiana. En el metro nadie parece mirar con inquietud si el pasajero de al lado puede estar implicado en los ataques, no hay miradas ansiosas en la calle o en el transporte público.

Las fuerzas de seguridad son apenas algo más visibles que de costumbre en la Gare de Lyon, una de las mayores estaciones de tren de Europa. A las 16:00 horas del día del atentado, todavía hay muchos que no han leído las noticias, o mirado sus cuentas en las redes sociales, y van o vuelven de trabajar como cualquier otro día.

Isabelle, de 43 años, es profesora en un instituto cercano a la redacción del semanario y vivió muy de cerca la agitación de los primeros momentos. Recuerda que cuando tomó el metro para volver a casa la gente todavía parecía no haberse enterado de lo sucedido.

Ella misma lo fue asumiendo poco a poco. Después de pasar varias horas viendo las cadenas de información 24 horas en televisión le entró más miedo en el cuerpo. “Mi hija estudia en un colegio en la otra punta de Paris, la verdad es que no estaré tranquila hasta que toda la familia esté de vuelta en casa” explica. Reconoce que no puede evitar sentir miedo al pensar que los terroristas siguen en libertad. “No creo que ocurra nada en los próximos días porque se va a incrementar la seguridad pero me pregunto qué ocurrirá en las próximas semanas o en los próximos meses. De todas formas ya sabíamos que Francia estaba amenazada. Ahora empiezo a sentir rabia también” explica mientras espera a un amigo con el que se dispone a acudir a la concentración de repulsa en la plaza de la República.

Mélanie, de 25 años, explica que está acostumbrada a tener cuidado cuando sale a la calle. “Con todo lo que está pasando en el mundo siempre hay que ser precavida”. Recuerda que esto le puede ocurrir a cualquiera en cualquier lugar.

Romain y Quentin, trabajadores de 26 y 27 años, no hablan de otra cosa desde que se enteraron del atentado. Hacen una pausa en un café antes de acudir a la manifestación de la plaza de la República. “No estoy preocupado por el ataque en sí, me inquieta más lo que pueda pasar después. La utilización política que algunos harán de todo esto” dice Romain.

“Me preocupa que la gente ceda al miedo” apunta Quentin, que conoce personalmente a algunos miembros de la redacción de Charlie Hebdo. “Por eso me eneteré muy rápido del atentado. La gente me llamaba para saber si todo iba bien. Y después han seguido llamándome todo el día para darme el pésame”.

Ambos creen que si se percibe una relativa calma en la calle es, primero porque no todo el mundo se ha enterado (el miércoles por la tarde). Y en segundo lugar, porque París es una gran capital acostumbrada a los atascos, las huelgas, los robos, las grandes concentraciones de gente y también los atentados, aunque no sean tan graves como el de ayer. “Tiene que haber un incidente enorme, en una zona turística atestada de gente o en un monumento simbólico para que veas el miedo en las caras de la gente” explican.

La vida sigue.

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