Hungría: se cuentan por miles pero son algo más que cifras

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Por Consuelo Maldonado
Hungría: se cuentan por miles pero son algo más que cifras

A la espera de que las autoridades húngaras fleten los últimos autobuses para llevarles hasta la frontera austríaca, algunos refugiados cuentan su historia a los pocos medios autorizados, como Raes Waleed Abdullah, procedente de Mosul en Irak:

“Cada día, el grupo Estado Islámico impone nuevas leyes haciendo de nuestro vidas un infierno. No tenemos medios para sobrevivir, ni electricidad. Nos fuerzan a vivir según un modo de vida que no es el nuestro. No podemos vestirnos ni vivir como antes, rechazan nuestras tradiciones, nuestros santos, nuestros profetas. No queremos vivir así.”

Abdullah tuvo que vender su apartamento y su taxi para obtener el dinero necesario que requería el largo éxodo hasta Europa. Su mujer, Hala Khalil, madre de tres hijos, cuenta que, en Mosul, no salir a la calle si no iba acompañada por un hombre. Si mi marido trabajaba, debía quedarse en casa, ni siquiera podía ir a recoger a los niños al colegio. Los que desobedecían al grupo Estado Islámico eran arrojados por lo alto de un edificio. No teníamos más remedio que obedecerles.”

Desde el lunes por la tarde, todos los refugiados a los que no se les ha permitido viajar hacia la frontera con Austria están siendo reconducidos a Serbia, según cuenta el periodista húngaro Szabolcs Panyi. A partir de mañana, los demandantes de asilo deberán tramitar su entrada a Hungría a través del puesto fronterizo de Röszke II.

Los refugiados están siendo dirigidos a los nuevos puestos fronterizos húngaros, según el portavoz de ACNUR en Hungría, Babar Baloch. Estas imágenes han sido tomadas desde el lado serbio:

Los 175 kilómetros de valla erigidos por Hungría en su frontera con Serbia han sido ya terminados. El único resquicio por el que podían colarse los refugiados era el tramo por el que pasan las vías del tren. Las autoridades van a taponar ese agujero con vagones como éste: