Lula y su partido cada vez más acorralados

Lula, el hombre del milagro brasileño de principios del siglo XXI, expresidente carismático, se encuentra en medio de una gran crisis política que está hundiendo al gigante sudamericano en el caos institucional y la división.
Seis años después de haber dejado el poder, Luis Inázio Lula da Silva está siendo investigado bajo la atenta mirada de los jueces porque creen que se ha enriquecido de manera ilícita, ha falsificado documentos y ha blanqueado dinero. Todo ello, dentro del marco del caso Petrobras.
A pesar de que su nombre aparece en dos investigaciones judiciales, la presidenta, Dilma Rousseff, lo va a ver a su casa después de una breve detención.
Y unos días más tarde, la presidenta lo nombra ministro de la Presidencia.
Una especie de primer ministro con muchos poderes pero que, sobre todo, obtendrá los privilegios de los que gozan los aforados, los cuales sólo pueden ser procesados en el ámbito del Tribunal Supremo y como consecuencia, no podría ser detenido por el juez Sergio Moro, encargado de la investigación del caso Petrobras.
La investidura se lleva a cabo en un ambiente un poco turbulento.
Porque la noche antes de la investidura, el juez Moro, hace pública una conversación entre Lula y Rousseff en la que ella le sugiere que gracias al nombramiento evitaría la cárcel.
Esto lo que provocó fue más tensión en el país. Los partidarios de la destitución de la presidenta, volvieron a salir a las calles.
Incluso, esa misma noche, los diputados abrieron el proceso para destituir a la presidenta.
Desde el pasado mes de diciembre, la oposición intenta su destitución. La acusan de maquillar las cuentas publicas de 2014 y 2015para camuflar la crisis económica.
Rousseff también ha sido acusada de haber financiado su campaña electoral con fondos desviados de Petrobras.