Miles de emigrantes han llegado a la isla de Lesbos. Ésta es la experiencia de uno de ellos.
“Mi nombre es Samy. Me puse en contacto con personas que ayudan a que los emigrantes pasen. Pagué 500 euros. Los primeros días nos encerraron en camiones. Nos llevaron a una pequeña sabana. Estuvimos allí retenidos durante días. Nos decían que había policía y que no podríamos cruzar. Las condiciones eran pésimas, ni siquiera teníamos comida ni agua”.
“Nos arrestaron. Fuimos llevados a la cárcel de Izmir y nos tuvieron allí 10 días. Era otra realidad. Nunca había dormido en una prisión en mi país”.
“A veces tratas de escapar pero era muy complicado. Los soldados nos persiguieron y nos dispararon. No sé si eran balas reales o de fogueo pero sonaban mucho e intimidaban. Nos volvieron a retener, ocho días más. En total estuve 38 días encarcelado”.
“En cuanto salí de la prisión, ese mismo día, el contrabandista me llamó y me dijo: ¿puedes intentarlo otra vez? No me quedaba otra que volver a probar suerte. Hacía tanto frío que mis pies y manos se congelaron. Tuvimos que dormir debajo de los árboles. Bajamos al agua, inflaron el barco, pusieron el motor y luego les dijimos: adelante”.
“No sé lo lejos que viajamos, pero hicimos al menos un trayecto de una hora y 5 minutos. Éramos unas 50 personas, entre ellas niños”.
“Cruzamos y llegamos a Grecia. Allí vimos gente venir a saludarnos. Nos dieron ropa porque estábamos mojados. También zapatos, galletas, agua…”.
“No sabíamos a qué estábamos expuestos, no sabía que podría llegar a vivir esto. Es una experiencia Yo digo que hay personas que viven vidas que no son normales y eso es lo que yo he vivido”.