El volcán Agung da un respiro a los turistas y permite a las aerolíneas operar a pleno rendimiento para sacar a los viajeros atrapados en Bali. La amenaza de una gran erupción, sin embargo, preocupa mucho en la turística isla. Unos 30 peregrinos han pedido misericordia en una ceremonia en las laderas del volcán.
"Pedimos a Dios todopoderoso que nos dé una respuesta definitiva lo antes posible, nos hemos preparado para aceptar las consecuencias y todos los que se encontraban en el radio de la zona de peligro han sido evacuados", dice una mujer.
El número de evacuados en centros de acogida llega a los 59.000. Entre ellos, hay algunos supervivientes de la erupción de 1963, que costó la vida a más de un millar de personas. Más de medio siglo después, los recuerdos siguen intactos:
"Vi cómo caían rocas por la ladera del volcán con un un ruido ensordecedor. Las rocas eran enormes y estaban incandescentes. Lo que está sucediendo ahora aún no es nada. Entonces, la lava salía del cráter seguida de una gran erupción", relata un superviviente.
Pese al descenso aparente de la actividad, los geólogos mantienen el nivel de alerta en el máximo, el cuatro. El archipiélago indonesio se asienta en el denominado "Anillo de Fuego" del Pacífico, una zona de gran actividad sísmica y volcánica.