Frío, robos y deportación: las dificultades de las vendedoras ambulantes en Nueva York

La vendedora ambulante Guadalupe Galicia, en las calles de Nueva York
La vendedora ambulante Guadalupe Galicia, en las calles de Nueva York Derechos de autor AP
Por Ana Valiente con AP
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El proyecto Street Vendor lucha para visibilizar una realidad que afecta a miles de mujeres inmigrantes, en su mayoría, indocumentadas.

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Como cada día desde hace 20 años, Guadalupe Galicia, originaria de México, se ha levantado a las cuatro de la mañana para preparar tamales, que después vende por 2 dólares en las calles de Nueva York. Con lo que gana cría a sus seis hijos. Una tarea que no está exenta de obstáculos.

"Cuando viene Sanidad se lleva todo, desde los tamales, los atoles... todo lo que tengo en el carrito, todo se lo llevan y eso es una pérdida porque una trabaja para hacer los tamales y gasta, y luego cuando le tiran todos los botes hay que volver a comprar", cuenta Guadalupe. 

El Proyecto de Vendedores Callejeros, (The Street Vendor Project, en inglés) que pertenece al Centro de Justicia Urbana de Nueva York, visibiliza a personas como Guadalupe, en su mayoría mujeres inmigrantes indocumentadas, para quienes es muy complicado salir adelante. Además de soportar las bajas temperaturas de la Gran Manzana, raramente denuncian robos y abusos por miedo a que una visita de la policía acabe en deportación.

"Si eres una vendedora y sufres una agresión sexual o algún hombre te molesta, normalmente deberías sentirte cómoda en ir a la policía y denunciarlo. Sin embargo, uno de sus mayores miedos es la propia policía", explica Julie Torres Moskowitz, miembro del proyecto. 

Unas 2900 licencias desde 1983

Para trabajar en la calle se necesita una licencia de 50 dólares y un permiso de 200 para el carrito. Pero las autorizaciones son limitadas y trabajadoras hay muchas por lo que la mayoría acaba operando a su propio riesgo, lo que abre el camino a actividades ilícitas. "(Hay que) terminar con un mercado negro para que así todos podamos trabajar. Porque a eso venimos a este país, a trabajar, a salir adelante, a mejorar la vida de nuestra familia", explica Sabina Morales, vendedora ambulante originaria de México, y madre, al igual que Guadalupe, de 6 hijos. Ella, a diferencia de otras de sus compatriotas, sí cuenta con una licencia, que muestra orgullosa. 

El Proyecto de Vendedores Callejeros denuncia que las mujeres encuentren más dificultades a la hora de conseguir los permisos o que se paguen multas desorbitadas por crímenes menores, como vender en un paso de peatones.

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