En las afueras de la ciudad marroquí de Casablanca, en una escuela abandonada y cubierta de basura, es donde viven algunos de los migrantes que intentaron saltar la valla de Melilla el 24 de junio.
En las afueras de la ciudad marroquí de Casablanca, en esta escuela abandonada y cubierta de basura, es donde viven algunos de los migrantes que intentaron saltar la valla de Melilla el 24 de junio.
La policía los llevó en autobuses desde Nador hasta aquí, para alejarlos de la frontera. Ahora estos sudaneses vagan entre la miseria.
"Lo que pasó en la valla entre España y Marruecos fue brutal, nos golpearon a todos, a los vivos y a los muertos", dijo uno de los migrantes, que sufrió heridas en un pie.
En las aulas, se ven jovenes tumbados en el suelo. Muchos son menores. Algunos están enfermos, otros tienen vendas en las piernas o en los brazos. Además de estar heridos, muchos están en estado de shock: hay migrantes que vieron a sus amigos o familiares, morir.
"Estuvimos bajo el sol durante más de ocho horas, vino un médico pero no pudo encontrar el pulso, mi amigo estaba muerto", recordó tristemente otro migrante.
Este ha sido el primer salto a la valla fronteriza desde que España y Marruecos retomaron sus relaciones diplomáticas, tras casi un año de tensión entre los dos países.
El órgano de las Naciones Unidas encargado de velar por el cumplimiento de la Convención Internacional sobre los Derechos de los Trabajadores Migrantes, afirmó en un comunicado que la tragedia de Melilla "se podría haber evitado si las políticas de fronteras tuvieran en cuenta de manera exhaustiva los derechos humanos".