La historia de las minas que enfrenta a Tokio y Seúl

La montaña partida en la que están las minas de la discordia
La montaña partida en la que están las minas de la discordia Derechos de autor CHARLY TRIBALLEAU/AFP or licensors
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Por AFP
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Corea del Sur reclama que se reconozcan trabajados forzados de ciudadanos de este país en las explotaciones japonesas de la isla de Sado.

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Una red de antiguas minas de oro y plata en la isla nipona de Sado se han convertido en una nueva fuente de disputa entre Japón y Corea del Sur. Ya fueron explotadas en el siglo XII y el lugar permaneció activo hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Japón cree que merece entrar en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco por su larga historia y su notable legado de la era preindustrial.

Tokio presentó este año una candidatura para tres explotaciones de oro y plata del periodo Edo (1603-1867), cuando las minas eran supuestamente las más productivas del mundo y el trabajo se hacía a mano.

Pero lo que no dice el informe y lo que ha provocado la alerta en Seúl, es que las minas de Sado utilizaron unos 1.500 coreanos durante la Segunda Guerra Mundial. El estatus exacto de estos trabajadores es controvertido, ya que algunos afirman que la mayoría firmó contratos de forma voluntaria.

"Las condiciones de trabajo eran extremadamente duras, pero la paga era muy alta, por lo que muchas personas, entre ellas muchos japoneses, querían ser contratados", sostiene Koichiro Matsuura, antiguo director general de la Unesco que apoya la candidatura de las minas del Sado.

"La discriminación existía"

Sin embargo, otros afirman que las condiciones de contratación equivalen a trabajos forzados, y que la mano de obra coreana era tratada peor que la nipona. 

"La discriminación existía", asegura Toyomi Asano, profesor de historia política japonesa en la Universidad de Waseda de Tokio. Las condiciones de trabajo de los coreanos "eran muy malas" y "se les asignaban las tareas más peligrosas".

Diversas disputas históricas que se remontan a la colonización japonesa de la península coreana (1910-1945) han minado las relaciones entre Tokio y Seúl durante años.

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Un grupo de turistas visita una de las minasCHARLY TRIBALLEAU/AFP or licensors

Ya existen disputas similares entre los dos países vecinos por los lugares de la revolución industrial de la era Meiji (1868-1912) de Japón, que están incluidos en la lista del Patrimonio Mundial desde 2015.

El año pasado, la Unesco pidió a Japón que tomara medidas para que los visitantes comprendieran que "un gran número de coreanos y otras personas fueron llevados contra su voluntad y obligados a trabajar en duras condiciones" en estos lugares.

Japón "debe evitar cometer el mismo error" en Sado, admite Matsuura. "Hay que contar de forma más concreta y honesta cómo vivían y trabajaban los obreros coreanos" en estas minas.

Evitar la memoria selectiva

Los yacimientos comenzaron a recibir turistas en la década de 1960, cuando su actividad estaba disminuyendo. Se mantienen las reconstrucciones anticuadas y algo siniestras, con autómatas rígidos de cabezas giratorias y brazos mecánicos que mueven un pico.

Hideji Yamagami, un visitante japonés de 79 años, cree que debería mencionarse la existencia de los trabajadores coreanos: "Lo desconocía por completo. Pensé que eran los japoneses los que hacían todo ese duro trabajo".

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Vista nocturna de la montañaCHARLY TRIBALLEAU/AFP or licensors

Los paneles explicativos del yacimiento apenas mencionan este hecho. En cambio, contemplan otros aspectos oscuros del yacimiento en el periodo Edo, en el que los mineros solían ser pobres sin hogar reclutados a la fuerza y en el que a veces también existía el trabajo infantil.

El profesor Toyomi Asano espera que la Unesco insista en que se presente toda la historia de las minas de Sado in situ y no una memoria selectiva en caso de que el lugar entre en la lista del Patrimonio Mundial.

Japón "no debe tener miedo" de reconocer una parte de su historia, asegura Asano. "Cada nación tiene partes oscuras de su historia. Los que no lo hacen no existen".

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