La furia y la indiganción por la muerte de Mahsa Amini no solo han paralizado Irán sino que también han abierto las puertas a un profundo malestar social. El Gobierno, por su parte, ha advertido con "actuar de forma decisiva" contra los manifestantes.
Con gases lacrimógenos y violentos enfrentamientos, las fuerzas de seguridad iraníes intentan aplacar las protestas que continúan sacudiendo varias ciudades de Irán.
Son ya ocho días de manifestaciones contra el Gobierno del presidente Ebrahim Raisí, tras la controvertida muerte de Mahsa Amini, la joven que fue detenida por no llevar bien el velo islámico.
Al menos 35 personas han muerto durante las protestas y hay decenas de detenidos y heridos, entre ellos agentes de la policía.
Los disturbios en Teherán, en la capital, han llevado a las principales universidades a suspender las clases presenciales, a solo días de comenzar el nuevo año académico. Y es que la furia y la indiganción por la muerte de la joven de 22 años no solo han paralizado el país sino que también han abierto las puertas a un profundo malestar social.
Los iraníes exígen mejoras en sus condiciones de vida y el respeto hacia las libertades. El Gobierno, por su parte, ha repondido interrumpiendo el acceso a internet y amenazando con aumentar la represión policial.
Raisí afirmó este sábado que se debe "actuar de forma decisiva contra los que se oponen a la seguridad y tranquilidad del país”.
Una muerte que levanta sospechas
Amini fue detenida el martes de la pasada semana por la llamada Policía de la moral en Teherán, donde se encontraba de visita, y fue trasladada a una comisaría para asistir a "una hora de reeducación" por llevar mal puesto el velo.
Murió tres días más tarde en un hospital adonde llegó en coma tras sufrir un ataque al corazón, que las autoridades han atribuido a problemas de salud, algo rechazado por la familia.