Qué ocurre en el cuerpo humano tras la muerte: desde el cese del latido hasta la descomposición, un proceso ordenado en el que las células, los órganos y las bacterias siguen activos durante horas, días e incluso semanas.
Cuando el corazón se detiene, el silencio y la quietud pueden dar la impresión de que todo ha terminado. Sin embargo, a nivel celular ocurre exactamente lo contrario: el cuerpo entra en una fase de intensa actividad biológica que marca el inicio del proceso de descomposición.
Lejos de apagarse de inmediato, muchas células continúan funcionando durante horas, e incluso días. Lo que sigue es una secuencia ordenada, y sorprendente, de cambios químicos y biológicos que transforman el cuerpo minuto a minuto.
El momento de la muerte
La muerte comienza cuando cesan el latido del corazón y la respiración. Ambos procesos están estrechamente ligados y, cuando uno falla, el otro se detiene poco después. En ese momento también se interrumpe el flujo sanguíneo, privando a los órganos de oxígeno.
Primeros 30 segundos
Sin oxígeno, el organismo entra en un estado de "ahorro de energía". Las células reducen su actividad y se interrumpe la comunicación entre las neuronas. La actividad eléctrica del cerebro desaparece y la persona pierde el conocimiento.
De forma paradójica, poco después se produce un último pico de actividad eléctrica cerebral. Las neuronas abandonan su estado inhibitorio y liberan la energía restante en una descarga final cuya causa exacta aún no se comprende del todo.
Entre 4 y 5 minutos
La falta de oxígeno provoca daños irreversibles en las células, especialmente en el cerebro. Las células comienzan un proceso conocido como autodigestión: el aumento de dióxido de carbono acidifica el interior celular, rompe las membranas que contienen enzimas y estas empiezan a digerir la célula desde dentro.
30 minutos después
Los órganos comienzan a fallar de forma progresiva a medida que mueren sus células. El hígado suele ser uno de los primeros en colapsar, seguido del páncreas y los riñones.
Una hora después
La temperatura corporal empieza a descender. Durante las primeras 24 horas tras la muerte, el cuerpo pierde aproximadamente un grado centígrado por hora hasta igualarse con la temperatura ambiente.
Dos horas después
El calcio, esencial para la contracción muscular, se acumula en las células porque ya no se elimina. Esto provoca la rigidez cadavérica: los músculos se tensan primero en el cuello, la mandíbula y los párpados, y la rigidez se extiende gradualmente al resto del cuerpo durante unas 12 horas.
Entre 7 y 14 horas
Aunque pueda parecer sorprendente, algunas células siguen activas. Estudios científicos han demostrado que ciertos genes alcanzan su máxima actividad varias horas después de la muerte, produciendo proteínas relacionadas con la respuesta al estrés y el transporte de oxígeno. Esta actividad genética puede prolongarse hasta 14 horas.
12 horas después
La gravedad hace que la sangre se acumule en las partes más bajas del cuerpo, provocando manchas violáceas en la piel. Al mismo tiempo, la piel comienza a deshidratarse y encogerse, lo que puede dar la falsa impresión de que las uñas siguen creciendo.
En los hombres, los espermatozoides pueden seguir siendo viables hasta 36 horas después de la muerte.
36 horas después
Las bacterias del cuerpo, especialmente las del intestino, dejan de estar controladas por el sistema inmunitario. Empiezan a invadir otros órganos, primero el aparato digestivo y después el hígado, el bazo, el corazón y finalmente el cerebro. Este proceso puede tardar unas 58 horas en afectar a todo el organismo.
La actividad bacteriana produce gases que inflan el abdomen, separan la piel de los tejidos y hacen que el rostro se hinche. El cuerpo adquiere una coloración verdosa y, cuando la rigidez desaparece, los tejidos se vuelven flácidos.
Días y semanas después
Investigaciones han demostrado que ciertas células madre musculares, que reducen al mínimo su metabolismo, pueden seguir vivas hasta 17 días después de la muerte.
Con el paso de las semanas, los insectos y otros organismos aceleran la descomposición. En un cuerpo expuesto, los gusanos pueden consumir hasta el 60% de los tejidos blandos en la primera semana, dejando al descubierto el esqueleto.
Meses y años después
En un ataúd, la descomposición completa puede tardar alrededor de diez años. Si los restos permanecen expuestos sobre el suelo, los huesos pueden degradarse hasta convertirse en tierra en unos dos años. Enterrados, sin embargo, pueden conservarse durante millones de años.