La película 'Nuremberg' se trata un oportuno drama histórico, un juego del gato y el ratón entre un psiquiatra y un criminal de guerra nazi, en el que nunca se sabe quién persigue a quién.
A primera vista, 'Nuremberg' es una película que, aparte de algunos momentos, no deja una impresión duradera en el espectador. Sin embargo, el significado de la obra en su contexto sociocultural, puede ser más significativo que la maestría de su ejecución a la hora de narrar la historia de Douglas Kelley. Y en este sentido, esta cinta es extremadamente relevante.
El último trabajo del guionista y director James Vanderbilt busca ser una película equilibrada, una ficciónalización de los acontecimientos que rodearon a los primeros juicios de Nuremberg, entre 1945 y 1946, en los que fueron condenados 22 criminales nazis, entre ellos Herman Göring, la mano derecha de Adolf Hitler.
Cuando el terapeuta pierde la distancia
El tema central de la película es la relación entre Göring (Russell Crowe) y Kelley (Remi Malek), un psiquiatra contratado para evaluar e informar sobre el estado mental de los nazis en espera de juicio.
Kelley llega a Nuremberg con la esperanza de que, mediante un análisis psicológico de los acusados, podrá descubrir esa partícula de maldad que habría diferenciado a los alemanes del resto del mundo y les permitió cometer algunos de los mayores crímenes de la historia de la humanidad. Desgraciadamente, el papel de Malek está sobredimensionado en algunos momentos, como si no pudiera decidir del todo si es sólo un médico oportunista o un personaje sacado directamente de un drama legal de Hollywood.
La relación entre Kelley y Göring da un giro malsano con el paso del tiempo. Kelley se convierte en el enlace entre el nazi y su esposa, desobedeciendo las directrices de sus superiores y quebrantando sus normas profesionales, con lo que se deja enredar en una red de mentiras y manipulación cuidadosamente tejida.
Esta relación disfuncional entre Göring y Kelley también prepara el terreno para algunas de las mejores interpretaciones de Crowe, que consigue desmontar el personaje de Göring y recomponerlo capa a capa hasta tal punto que, cuando finalmente revela su crueldad, somos completamente ajenos al hecho de que Göring está interpretado por un australiano que imita un acento alemán.
Russell Crowe: "La historia no nos enseña nada".
Gran parte de la intriga y las complejidades emocionales que se construyeron cuidadosamente en el primer acto no encuentran su clímax. Cuando por fin llega el día del juicio final y los criminales nazis son llevados ante la justicia, el mensaje de la película se enturbia y su mensaje intelectual se limita a una condena básica de los crímenes nazis.
En uno de los momentos más dramáticos del juicio de Göring, el fiscal estadounidense Robert Jackson, interpretado por Michael Shannon, pronuncia un monólogo sobre la responsabilidad moral de los jueces y la necesidad de sentar precedentes, tanto morales como legales, como garantía de que nunca se volverán a cometer crímenes como los de la Segunda Guerra Mundial.
El espectador debe enfrentarse a la dolorosa realidad de que el objetivo ideológico de los juicios de Nuremberg no se ha cumplido: un orden mundial basado en valores universales y un juicio justo resulta ser un cuento de hadas con una reflexión básica sobre la sociedad.
Cuando, en la película, se reproducen en la sala del tribunal imágenes históricas que muestran la magnitud del exterminio en los campos de concentración, la sensación de horror no va acompañada de la certeza de que ésta sea la última vez que la humanidad tenga que enfrentarse a escenas semejantes.
Es un sentimiento de desesperanza porque tenemos a nuestro alcance imágenes de muchos lugares del mundo donde civiles, médicos o periodistas son acosados y asesinados en nombre de ideologías nacionalistas.
La falta de reflexión sobre los acontecimientos posteriores es a veces clamorosa. Cuando el juez británico David Maxwell Fyfe (Richard E. Grant) enumera uno por uno los grupos sociales perseguidos y exterminados sin piedad durante el Holocausto, no menciona a los miles de homosexuales detenidos y condenados a campos de concentración. El propio Fyfe, en Inglaterra, que durante dos décadas aplicó despiadadamente leyes morales ("leyes de decencia") a los homosexuales, contribuyó indirectamente a que Alan Turing se suicidara.
En una entrevista con Crowe, el actor dijo: "Es una película actual, pero no trata necesariamente de nuestro tiempo. Lo interesante de la historia es que no parece enseñarnos nada".
Nuremberg es un triste veredicto sobre nuestras tendencias humanas; las de la autodestrucción y la incapacidad de aprender de la historia. Y nos deja con la pregunta de cuántas veces nos será dado repetirla. La película se estrenó en España el pasado 28 de noviembre, coincidiendo con el 80 aniversario de los juicios de Núremberg, y ya figura como una de las favoritas para los Oscar.