La 'guerra' contra la pandemia de COVID-19 en el este de Ucrania

La 'guerra' contra la pandemia de COVID-19 en el este de Ucrania
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Por Monica Pinna
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En el este de Ucrania se libran dos guerras: una de siete años entre las fuerzas ucranianas y los separatistas apoyados por Rusia. La otra es contra la COVID-19.

En el este de Ucrania se libran dos guerras: una de siete años entre las fuerzas ucranianas y los separatistas apoyados por Rusia. La otra es contra la COVID-19. Un equipo de Euronews ha viajado a la zona para conocer la situación con detalle.

"Sentimos constantemente la falta de oxígeno. Esto es difícil para nosotros. Falta oxígeno en toda la región", declara Nadiia Scheichenko jefa de Medicina del Hospital de Enfermedades Infecciones de Kostiantynivka.

Se estima que, en abril, se desplegaron 150 000 soldados rusos en la frontera con Ucrania y Crimea. Se retiraron tras semanas de ejercicios militares. Pero quienes viven en la zona de conflicto temen una escalada de tensión en cualquier momento.

"Aquí estamos como en Chernóbil. Nadie nos necesita", afirma Ivan Nahorniuk, ciudadano residente en Vodiane.

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En Stanytsia Luhanska, en las zonas controladas por el Gobierno, los efectos de la pandemia son sorprendentemente visibles. En esta ciudad se encuentra el único paso peatonal a lo largo de la llamada línea de contacto, la frontera de casi 500 kilómetros entre los dos frentes. La libertad de circulación se ha visto doblemente afectada, primero por la guerra y ahora por el coronavirus.

"Antes había hasta 15 000 personas y a veces incluso más, que cruzaban diariamente el puesto de control de Luhanskaya. Ahora, los números, en ambas direcciones, son inferiores a 2 000 cruces" explica Olehna Hrekova, miembro de la ONG Right to Protection.

Stanytsia Luhanska era una ciudad completamente diferente antes de la pandemia. La gente podía moverse entre los dos lados para cobrar sus pensiones, ver a sus familias, resolver problemas legales… Muchas personas lo hacían incluso, a diario, para vender sus productos. Hoy ese negocio ha desaparecido. En ambos lados la gente es más pobre y está más aislada.

"No todo el mundo tiene dinero para pagar las pruebas de COVID-19. Por eso, la gente no cruza sin una necesidad urgente. Venimos desde Odesa para ver a nuestros familiares. Antes lo hacíamos dos veces al año. Ahora, esta es la primera vez en un año y medio", relata una ciudadana residente en Odesa.

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El equipo de Euronews se dirige a Peredilske, a solamente 5 kilómetros de la línea de contacto, para conocer cómo es la llamada "primera línea de COVID-19".

Los centros médicos como este son el primer recurso para los pacientes que viven en las zonas más peligrosas del este de Ucrania. Esta trabajadora sanitaria asegura que hace el trabajo de diez empleados.

"Soy responsable de 1 200 personas que viven en dos pueblos. Falta personal sanitario y con la pandemia sentimos, aún más, esta ausencia. Los médicos tienen miedo de ir a los pueblos", declara Oksana Lysogor, enfermera jefe del Centro Médico de Peredilske.

Combatir la tercera ola de coronavirus aquí es un trabajo de alto riesgo. En centros como este no hay pruebas de COVID-19 y la mayoría del personal médico ya se ha infectado.

"Debido al virus y a la situación actual, la gente tiene ataques de pánico. En las 'zonas rojas' se ha infectado mucha gente, por todas partes. La gente no quiere ni ir al médico. Incluso tiene miedo de ir al mercado", añade Lysogor.

"No voy a lugares en los que hay mucha gente y están abarrotados. Solamente salgo a comprar el pan y… ¡Ya está! Es por nuestra edad. Yo tengo 80 años y mi marido 85. Tenemos miedo", reconoce una veterana ciudadana ucraniana.

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El ya debilitado sistema sanitario ucraniano necesitaría, ahora, alrededor de un 40 % más de personal para hacer frente a la pandemia, según Médicos del Mundo. Esta ONG, apoyada por la UE, afirma que no se están cubriendo las necesidades más urgentes, desde médicos de familia, hasta especialistas en enfermedades infecciosas y anestesistas.

"Como consecuencia del conflicto, el sistema sanitario local carece de la unidad de atención de urgencia para las enfermedades infecciosas. Y, las unidades que se han organizado recientemente no responden a las exigencias sanitarias y de salud”, afirma Serhii Vinohradov, miembro de la ONG Médicos del Mundo.

Incluso los hospitales especializados en COVID-19, más alejados de la línea de contacto, tienen dificultades para hacer frente a la situación. El hospital de enfermedades infecciosas de Konstiantinivka ha aumentado su capacidad, pero sigue necesitando más camas y más personal. La ONG Médicos del Mundo presta apoyo a los centros de salud del este de Ucrania; les envía personal sanitario para tratar de paliar sus carencias y ayudar, en todo lo posible, para tratar de contener el avance del coronavirus. 

"Ahora tenemos entre 90 y 100 pacientes y la mayoría de ellos se encuentra en estado grave. Estoy pidiendo al personal que trabaje más horas y, por supuesto, se les ha pagado por ello, pero no es suficiente. La gente está muy cansada", explica Nadiia Scheichenko.

El suministro de oxígeno es otro gran problema para los hospitales de toda la región de Donetsk.

"Para tener suficiente necesitamos unas 70 o 80 botellas al día, pero solamente podemos permitirnos 45 o 50", añade Scheichenko.

El número de casos está disminuyendo globalmente en las regiones de Lugansk y Donetsk, a lo largo de la línea de contacto. Sin embargo, la emergencia está lejos de terminar.

"Tal vez haya un poco de descenso en cuanto al número de infectados, pero hemos observado un aumento de pacientes en condiciones complicadas. Esto significa que las unidades de cuidados intensivos están llenas y que la epidemia no se detiene. Muchas personas son tratadas en casa", concluye la jefa de Medicina del Hospital de Enfermedades Infecciones de Kostiantynivka.

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El aislamiento y la lejanía de algunas zonas ha ayudado a contener el virus. Sin embargo, las difíciles condiciones de vida provocadas por el conflicto hacen que puedan surgir focos de infección.

"Estamos en Opytne, a menos de un kilómetro de la línea de contacto. Las cicatrices del conflicto están por todas partes. Aquí, el suministro de agua y el de gas están cortados desde hace casi siete años", declara la periodista de Euronews, Monica Pinna.

El pueblo de Opytne está libre de coronavirus. Nadie entra en la localidad ni sale de ella sin que el ejército lo permita. Los residentes dependen totalmente de la ONG People in Need para el suministro de agua, que reciben cada dos semanas con el apoyo de la Unión Europea.

Para los cuarenta habitantes de la aldea sería extremadamente difícil hacer frente a la COVID-19 sin acceso al agua potable y a una higiene adecuada. En Opytne había 800 residentes antes de que comenzara el conflicto.

"Dado que casi todos los vecinos están en edad de jubilarse, si el virus nos ‘visita’, creo que tendríamos enormes problemas. Realmente, no tenemos atención médica. Los médicos no vienen a vernos", afirma Olena Liebediva, ciudadana residente en Opytne.

Los ancianos constituyen el 30 % de la población afectada por el conflicto. Más de medio millón de personas vive en zonas directamente afectadas por el conflicto armado. La gente sigue viviendo bajo intercambios regulares de disparos a través de la línea de contacto, mientras que otros dos millones de personas están expuestas a minas terrestres y restos de explosivos de guerra, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), de octubre de 2020.

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El aislamiento no ha perdonado a muchas otras aldeas de las zonas afectadas por el conflicto. Ivan fue uno de los residentes que contrajo la enfermedad en Vodiane. Fue trasladado a un hospital especializado en febrero y ahora se está recuperando. Desde 2020, más de 12 000 personas han sido hospitalizadas en las zonas afectadas por el conflicto.

"La COVID-19 es como una segunda guerra. Es aterrador. Parece que no hay nada y, de repente, alguien muere. En un momento estás aquí y en otro ya no estás", señala Ivan Nahorniuk, ciudadano residente en Vodiane.

Ivan y su mujer creen que las vacunas salvarán a su pueblo, a pesar de la lentitud de la campaña de vacunación en Ucrania.

"Aquí, la vacunación se está tomando su tiempo. Ayer vino el médico, vacunó solamente a una familia y se fue", concluye Ivan Nahorniuk.

En el marco de COVAX, una iniciativa mundial cuyo objetivo es el acceso equitativo a las vacunas, Ucrania debe recibir suficientes dosis, unos 8 millones, para vacunar al 20 % de la población. Esto aliviará, al menos, una de las amenazas a las que se enfrenta el país.

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