¿Hasta dónde pueden llegar los precios del gas en Europa tras batir un nuevo récord?

Imagen compuesta de un elemento gráfico y de la llama de una cocina de gas.
Imagen compuesta de un elemento gráfico y de la llama de una cocina de gas. Derechos de autor AP/Euronews
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Por Jorge Liboreiro & Euronews
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La factura del gas en Europa no tiene freno. El miércoles 24 de agosto, los precios del gas para el futuro en el Servicio de Transferencia de Títulos (TTF, por sus siglas en inglés), el principal centro de comercialización del continente, alcanzaron los 292 euros por megavatio hora.

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El último anuncio de Gazprom ha llevado los precios del gas a un máximo histórico, haciendo sonar las alarmas en todo el continente.

La factura del gas en Europa no tiene freno. El miércoles 24 de agosto, los precios del gas para el futuro en el Servicio de Transferencia de Títulos (TTF, por sus siglas en inglés), el principal centro de comercialización del continente, alcanzaron los 292 euros por megavatio hora, una cifra estratosférica comparada con los 27 euros de hace un año.

El nuevo máximo histórico se produce tras el sorprendente anuncio de Gazprom, el gigante energético ruso, controlado por el Estado, que la semana pasada señaló que pronto cerraría Nord Stream 1, para una nueva operación de mantenimiento, de tres días.

Gazprom argumenta que el gasoducto debe ser revisado en busca de grietas, desperfectos, fugas… y otros posibles fallos. En repetidas ocasiones, los políticos europeos han acusado a la empresa de instrumentalizar los flujos de energía y de explotar las cuestiones técnicas como excusa para presionar a los diferentes países, por voluntad de Vladímir Putin.

Pero, incluso antes de que Gazprom tomara la inesperada decisión, los precios del gas habían iniciado una nueva subida incesante, en toda Europa.

A finales de julio, el anterior récord, alcanzado a principios de marzo, se hizo añicos. Hasta ahora, agosto ha sido testigo de una subida, aparentemente imparable, de los precios del gas.

Un verano más caluroso de lo habitual y el consiguiente aumento del uso del aire acondicionado también han alimentado la tendencia al alza, junto con una grave sequía que ha reducido la producción de energía hidroeléctrica, y ha limitado la actividad de las centrales nucleares.

Al mismo tiempo, los Gobiernos se apresuran a almacenar gas, antes de la temporada de invierno, ya que el temor al descontento popular crece día a día. La carrera por la compra de gas ha disparado, inevitablemente, los precios, con países dispuestos a pagar la costosa factura.

"Los próximos cinco o diez inviernos serán difíciles", ha advertido el primer ministro de Bélgica, Alexander De Croo.

Aunque el almacenamiento desempeña un papel fundamental en la seguridad del suministro, dista mucho de ser la panacea para los múltiples problemas energéticos de la Unión Europea. El bloque comunitario tiene capacidad para almacenar más de 100 000 millones de metros cúbicos de gas, una cuarta parte de su consumo anual de gas.

Mientras los precios del gas siguen subiendo, surge una pregunta acuciante: ¿hasta dónde pueden llegar?

"En teoría, no hay límite. El mercado, como siempre, tiene en cuenta las peores circunstancias, la peor interpretación", señala a Euronews Jonathan Stern, investigador del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford.

"Si Nord Stream 1 no reanuda la actividad después de los tres días de mantenimiento, no hay manera de decir lo mal que pueden ir los precios. Al menos, hasta que veamos si el invierno es muy crudo, que es cuando, probablemente, los precios alcancen su punto máximo", añade.

Una oferta muy limitada

La especulación es una parte inherente del mercado energético europeo. Hoy en día, el sistema está liberalizado y responde a la dinámica fundamental de la oferta y la demanda.

Pero, no siempre ha sido así. Antes de la década de 2000, la mayoría de los contratos de gas se basaban en una perspectiva a largo plazo, y estaban vinculados al precio de otro combustible fósil crucial: el petróleo. La indexación ofrecía seguridad y estabilidad, pero resultó demasiado rígida para afrontar los retos del nuevo milenio.

El mercado pasó gradualmente a contratos más cortos, basados en las tendencias económicas en tiempo real, lo que dio lugar a precios más bajos y competitivos, tanto para la industria como para los consumidores. Esta flexibilidad se consideró esencial para acomodar la transición ecológica.

El cambio, sin embargo, dejó a Europa más expuesta a la volatilidad de los precios: a medida que aumentaba la demanda de gas, también lo hacían las facturas.

Hasta 2022, los altibajos eran manejables. Pero la decisión de Rusia, principal proveedor de energía de la Unión Europea, de invadir Ucrania, ha llevado el sistema liberalizado a sus límites más extremos.

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Los hogares se enfrentan ahora a facturas de electricidad extremadamente caras. Las fábricas recortan sus horas de producción en un intento de ahorrar energía, y los Gobiernos elaboran planes de racionamiento de gas.

Mientras tanto, la energía lleva la inflación a máximos históricos, los bancos centrales se apresuran a subir los tipos de interés, el euro pierde valor hasta quedar parejo con el dólar estadounidense, y una profunda recesión se cierne sobre todo el Viejo Continente.

"En caso de recesión, nuestras vidas serán más duras en muchos aspectos, pero más fáciles en términos energéticos. La demanda de gas caerá y hará que los precios se alejen de donde están ahora", indica Jonathan Stern.

"Sin embargo, no veremos precios 'normales' en breve, al menos hasta dentro de tres o cuatro años", concluye.

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