Un nuevo estudio sugiere que los genes de las madres podrían desempeñar un papel indirecto en la salud de sus hijos, aunque no se transmitan. Otras investigaciones han demostrado que los padres con sobrepeso u obesidad en el momento de la concepción tienen más probabilidades de tener hijos obesos.
Los hijos de padres obesos tienen más probabilidades de serlo ellos mismos, pero los genes de sus madres parecen ser especialmente importantes a la hora de determinar su peso, según un nuevo estudio. Se cree que la obesidad está causada por una combinación de factores hereditarios y ambientales. Los genes transmitidos de padres a hijos influyen en el apetito, la sensación de saciedad, el metabolismo, las ansias de comer y la distribución de la grasa corporal, entre otros factores.
El estudio, publicado en la revista PLOS Genetics, indica que, aunque los niños reciben la mitad de su ADN de cada progenitor, es la genética de la madre la que más importa en lo que respecta al índice de masa corporal (IMC). "La genética de las madres parece desempeñar un papel importante a la hora de influir en el peso de sus hijos, por encima de la genética de éstos", afirma en un comunicado Liam Wright, autor principal del estudio e investigador del University College de Londres.
El equipo de Wright analizó los datos genéticos y sanitarios de más de 2.600 familias británicas con hijos nacidos en 2001 y 2002, y les hizo un seguimiento desde el nacimiento hasta los 17 años. Tener acceso tanto a los genes de los hijos como a los de los padres fue clave. Esto permitió a los investigadores identificar tanto los genes que los niños habían heredado como los genes que los padres no habían transmitido, pero que podían influir en la salud de sus hijos.
Según los autores del estudio, estos efectos indirectos, denominados "crianza genética", son importantes porque contribuyen a determinar cómo crecen los niños, desde las condiciones en el útero hasta las prácticas de crianza. Según el estudio, el IMC de ambos progenitores influye en el peso del niño. Pero mientras que la influencia del padre estaba casi totalmente relacionada con los genes que había transmitido directamente, el impacto del IMC de la madre iba más allá.
Según los investigadores, esto podría deberse a que los genes de la madre influyen en su propio peso, sus hábitos alimentarios o sus actividades durante el embarazo, lo que a su vez influye en el desarrollo y la salud de su hijo. "Además de los genes que las madres transmiten directamente, nuestros hallazgos sugieren que la genética materna desempeña un papel decisivo en la configuración del entorno en el que se desarrolla el niño, por lo que también influye indirectamente en su IMC", afirma Wright.
"No se trata de culpar a las madres, sino de apoyar a las familias para que marquen una diferencia significativa en la salud a largo plazo de los niños", añadió. Otras investigaciones han demostrado que los padres con sobrepeso u obesidad en el momento de la concepción tienen más probabilidades de tener hijos obesos. Los esfuerzos por ayudar a los padres obesos a perder peso podrían tener efectos duraderos en la salud de sus hijos, según los autores del estudio. "Las intervenciones dirigidas a reducir el IMC materno, sobre todo durante el embarazo, podrían reducir los efectos intergeneracionales de la obesidad", dijo Wright.