Cúcula: Refugiados con madera de supervivientes

Cúcula: Refugiados con madera de supervivientes
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Por Escarlata Sanchez
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Estamos en Berlín. Esta es la historia de Alí, Maiga, Malik, Moussa y Saidou… Juntos han creado una empresa llamada “Cúcula”, y que significa

Estamos en Berlín. Esta es la historia de Alí, Maiga, Malik, Moussa y Saidou… Juntos han creado una empresa llamada “Cúcula”, y que significa “cuidarse unos a otros”, en la lengua Hausa que se habla en algunas regiones de África.

Huyendo de las guerras y de la miseria, dejaron atrás Malí y la República de Níger.

En 2011, cruzaron el Mediterráneo en una patera y entraron en Europa por Lampedusa, en Italia.

Después, llegaron a Alemania como refugiados pero sin permiso de residencia en Berlín.

Sin casa, ni trabajo y con sus sueños rotos… apareció la esperanza. Una empresa de ayuda mútua llamada Cúcula en la que construyen sillas hechas con una madera muy especial, madera de pateras, de barcos naufragados… madera de supervivientes.

Moussa Usuman, miembro del grupo Cúcula nos explica que esa madera está cargada de historias::

“Esta silla es parte de mi historia, porque yo llegué en barco a Lampedusa, de donde procede esta madera.”

Esos barcos naufragados son los mudos testigos de un importante desastre humano. Miles de refugiados se ahogan cada año en el Mediterráneo, que se ha convertido en una infinita fosa común.
Aquí en Lampedusa, los supervivientes de Cúcula recogen restos de madera, para una vez más salir a flote…

En Berlín, Alí y sus compañeros utilizan listones y tablas que recuperan de esos barcos naufragados, como recordatorio de su travesía.

Aún tienen mucho que aprender, pues ninguno de ellos es carpintero… sin embargo el proyecto Cúcula, respaldado por asociaciones de derechos humanos, les abre otras oportunidades.

Alí Maiga Nouhou nos cuenta su propia travesía del Mediterráneo. Gracias a esa misma madera sigue saliendo adelante:

“En el barco había unas 350 personas. Llegamos en patera y esta madera me hace pensar en las personas que han desaparecido en el mar. Recuerdo por ejemplo a un niño pequeño con su madre y no haber podido salvarles. Era un bebé de un año. Pero en el barco era muy difícil salvarles.”

Un viaje sin destino cierto, para muchos a través de la desesperación y la muerte…

Los cinco amigos están cada vez más familiarizados con la música de Franz Schubert, y la obra “Viaje de invierno, de 1827.

El grupo ha recibido un encargo: construir el decorado de un espectáculo basado en el ciclo de lieder del compositor austríaco.

Y una vez más tocan madera.

Saidou Moussa cruzó el desierto del Sáhara antes de llegar a Libia. A pesar de ser un periplo lleno de angustias y peligros, Saidou no ha perdido la sonrisa:

“He visto cosas terribles al cruzar el desierto del Sáhara. He visto como morían personas ante mis ojos, sin poder hacer nada. Yo también estuve a punto de morir. Fue terrible.”

Maiga Chamseddine es otro de los diseñadores carpinteros del grupo Cúcula. La guerra fue lo que le hizo irse muy lejos de su país:

“‘Vivir en Malí es muy peligroso por la guerra. Por eso nos fuimos del país, porque allí no hay futuro. Para nosotros era muy difícil quedarnos allí porque hay guerra por todas partes, en las regiones de Tombuctú, Gao y Kidal.”

“Al llegar a Libia, el ejército de Gadafi nos obligó a subir en uno de esos barcos sobrecargados, prosigue Saidou Moussa. Éramos unas 300 personas. Los hombres de Gadafi nos empujaron a un destino desconocido, con rumbo a ninguna parte.”

Dentro de la Unión Europea se le concede asilo político a los refugiados que huyen de alguna persecución o que están en peligro de sufrir graves daños. Durante ese proceso deben permanecer en el país por donde entraron a la UE. Los miembros de este grupo no quisieron quedase en Lampedusa y se han instalado en Berlín donde oficialmente no tienen ni permiso de residencia, ni derecho a trabajar…

“En Europa me dicen que no tengo derecho a trabajar, se lamenta Saidou Moussa. Y no lo entiendo… con los documentos que me dieron en Italia, vine a Alemania y me dicen que no tengo derecho a estar aquí. Me dicen que tengo que regresar a Italia. Creía que Europa era una unión, y que con la documentación que me dieron en Italia podría trabajar en cualquier parte.”

El Gobierno alemán, formado por una coalición de social-demócratas y cristiano-demócratas, está cambiando el marco legal para los inmigrantes. Y será un poco más fácil acceder al mercado laboral alemán. ¿Qué impacto tendrán estos cambios? Responde Heiko Habbe, consejero legal del Servicio Jesuita para Refugiados.

“Antes, los solicitantes de asilo tenían que esperar hasta un año para obtener un permiso de trabajo. Luego se redujo a nueve meses y ahora el plazo es de tres. Y así es mejor, pues los solicitantes de asilo y los refugiados por razones humanitarias deben tener una manera de sustentarse por sí mismos. No tiene sentido marginar a estas personas, que de ese modo van a permanecer en un esquema de ayudas sociales, sin poder acceder al mercado de trabajo. Pero la simplificación del permiso no se aplica a los refugiados por razones humanitarias, a ellos no se les permite trabajar. Para los refugiados es cuestión de suerte. En algunos países europeos pueden construirse un porvenir, en otros se quedan en una especie de limbo, en tierra de nadie.”

Moussa, que todavía conserva la chaqueta que llevaba en Lampedusa, nos lleva hasta el barrio de Kreuzberg donde el año pasado la policía desalojó un campamento en la plaza Oranienplatz. Allí vivieron los cinco amigos durante más de un año en un campo de refugiados junto a cientos de emigrantes ilegales que ocuparon esa plaza. Al construir el campamento se iniciaron a la carpintería…

Y tuvieron la suerte de conocer a Sebastian Däschle, un arquitecto, que se acordó del famoso diseñador italiano Enzo Mari y su concepto de “hágalo usted mismo”. Basándose en las instrucciones del libro “Autoprogettazione”, los emigrantes aprendieron a construir muebles sencillos.

“Conocí a los miembros del grupo Cúcula hace casi un año. Vivían todos en un solo cuarto con colchones por el suelo. Durante tres semanas trabajaron como locos hasta el punto que tuve que pararlos. Cuando eres un refugiado no necesitas muebles, imagínate, la situación es tal que uno no sabe dónde va a estar dentro de dos meses. Si eres refugiado necesitas un empleo, necesitas un trabajo de verdad.”

El proyecto va tomando forma y la idea es montar una taller de diseño y carpintería con refugiados sin papeles. Pero, ¿cómo conseguir el dinero para un proyecto tan arriesgado? Antes de Navidad, Cúcula lanzó una campaña de financiación colectiva en internet. El reto, como nos explica Corinna Sy, era obtener un capital inicial a través de donaciones en sólo unas semanas:

“Ellos se marcharon de Italia porque allí no veían perspectivas. Ahora tienen una espada de Damocles que pesa sobre ellos y existe la amenaza de expulsión. Queremos crear cinco centros para la formación profesional de los refugiados. Mediante la campaña de colecta tratamos de reunir 70.000 euros. También queremos ofrecer becas a los refugiados para que puedan probar ante las autoridades, que se pueden valer por sí mismos, para así obtener un permiso de residencia. “

Moviendo hilos a través de las redes sociales la campaña de financiación resultó un éxito. Cúcula reunió más dinero de lo esperado. Y el proyecto se ha hecho realidad.

Los migrantes han encontraron refugio y un sitio donde dormir en este centro para jóvenes.

Antes se entendían entre ellos en una mezcla de diferentes idiomas. A partir ahora van a tratar de comunicarse en alemán para integrarse en la sociedad lo mejor posible.

“Es difícil para nosotros vivir siempre en la calle. Llevamos casi tres años en Europa. No tenemos derecho a trabajar, y así no podemos ser libres”, se lamentan Moussa y Malik.

Alí, Maiga, Malik, Moussa y Saidou, cinco destinos entre tantos miles. ¿Podrán forjarse un futuro en Berlín? La asociación Cúcula puede convertirse en un centro de formación profesional, pero ¿podrá protegerles también contra la expulsión?

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