Trabajadoras sexuales en la ruina: el coronavirus paraliza el barrio rojo de Ámsterdam

Trabajadoras sexuales en la ruina: el coronavirus paraliza el barrio rojo de Ámsterdam
Derechos de autor © Valérie Gauriat, euronews
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Por Valérie Gauriat
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En un principio las trabajadoras sexuales del barrio rojo tenían que esperar hasta septiembre para reanudar la actividad. El Gobierno holandés acaba de adelantar la fecha al 1 de julio.

Son las primeras semanas de verano y la vida se reanuda poco a poco en las calles de Ámsterdam, pero no toda. La vida nocturna más famosos de la ciudad está desierta. Solo quedan unas pocas luces de neón encendidas entre las desoladas y estrechas calles. Es la primera vez desde principios del siglo 19 que la prostitución se penaliza en los Países Bajos.

Es extraño ver el barrio rojo de Ámsterdam prácticamente vacío un sábado por la noche. Normalmente, sería imposible abrirse paso entre la multitud de turistas, pero ahora todo está parado, ya que las trabajadoras sexuales siguen bajo confinamiento por el coronavirus.

Reactivar el barrio rojo no es una prioridad

Para conocer la situación, Euronews se reúne con Stella, una de las trabajadoras sexuales del barrio rojo. Como parte de una minoría que están registradas como trabajadoras independientes en la Cámara de Comercio holandesa, recibe un subsidio mensual de unos 1.000 euros por el coronavirus.

Ella asegura que no es suficiente para cubrir sus gastos, ya que los caseros a menudo aplican tarifas más altas para las trabajadoras sexuales.

El Gobierno no considera que reactivar el negocio sea una prioridad, pero esto está provocando que muchas chicas trabajen ilegalmente
Stella
Trabajadora sexual

"¡Pago 1.500 euros al mes por un estudio! Ahora mismo, debido a esta situación, estoy viviendo con un compañero de piso para compartir el alquiler. Solo para poder sobrevivir sin hacer algo malo.

El Gobierno no considera que reactivar el negocio sea una prioridad, pero esto está provocando que muchas chicas trabajen ilegalmente. Si la situación sigue así, probablemente yo también encuentre una forma de hacerlo. No quiero, pero me están obligando”, asegura Stella.

Intrigado por la presencia de Stella, un hombre acostumbrado a consumir este tipo de servicios se acerca a ella, para saber si trabaja a pesar de la prohibición. Él intentó saltársela en su último viaje con una prostituta que trabajaba ilegalmente en un hotel.

Las trabajadoras sexuales en la ruina

La industria de la prostitución, que es legal en los Países Bajos, es una de las más organizadas y reguladas en Europa. Contribuye oficialmente al PIB del país y tiene algunos de los impuestos más altos.

Sin embargo, los criterios para que las trabajadoras sexuales obtengan una ayuda estatal debido a la pandemia de coronavirus son muy restrictivos. Los operadores de burdeles en el barrio rojo han cubierto sus vitrinas con carteles de protesta.

Jan Broers ha estado en el negocio durante medio siglo. Está orgulloso de las habitaciones y el alojamiento que alquila a las trabajadoras sexuales en otras casas de su propiedad. La mayoría son de Europa del Este y han tenido que volver a su país. Por eso, Jan, se está quedando sin ingresos.

El Gobierno está usando el confinamiento porque quiere acabar con la prostitución
Jan Broers

"Si hay un nuevo brote existe la posibilidad de que permanezcamos más tiempo sin trabajar. El Gobierno está usando el confinamiento para mantenernos sin actividad mucho tiempo, porque ahora quieren acabar con la prostitución. Quieren deshacerse de nosotros, creen que estaremos en la ruina y que podrán alejarnos fácilmente."

El confinamiento ha sumido a muchas trabajadoras sexuales en la pobreza. La mayoría no tienen derecho a recibir ayudas estatales y las que sí lo tienen, no pueden cubrir sus gastos.

Samantha lleva 20 años trabajando en el barrio rojo. No entiende por qué todas las profesiones que implican contacto, como peluquerías o salones de masaje están permitidas, pero la suya no.

"Sé que Ámsterdam es un lugar precioso, pero la gente y los turistas, vienen a vernos. Hay que admitirlo. No nos parece justo que todos estén trabajando y que todos estén ganando dinero y no nosotros.

Y me acabo de enterar, por amigos que trabajan en hoteles, que ahora hay mujeres que vienen aquí durante una o dos semanas y se van. ¡Nosotras pagamos muchos impuestos! ¡Y otras vienen a ganar dinero fácil y gratis! ¡Exigimos que nos dejen trabajar!”.

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